26 noviembre 2012

HISTORIA DE LA FILOSOFIA, 2º BACH., TEXTO COMENTADO CON ACLARACIONES DE TOMAS DE AQUINO SOBRE LA LEY NATURAL


Pongo aclaraciones a los términos que voy subrayando, en letra visiblemente más grande:

TEXTO:

La ley natural, ¿comprende muchos preceptos o uno solamente? 

Objeciones  por las que parece que la ley natural  no comprende muchos preceptos, sino solamente uno. 

1. Como ya vimos, la ley /norma por la que regulan sus acciones los seres humanos/ pertenece al género del precepto /obligación, mandato/. Luego si hubiera muchos preceptos en la ley natural /esta ley sería la misma para todos los seres humanos, con independencia de que vivieran en un sitio o en otro; esta ley natural no es la ley positiva o exterior que disponen los gobiernos, sino un tipo de ley interior que se conoce con la razón de cada uno/ se seguiría que también serían muchas las leyes naturales.

2. La ley natural es algo consiguiente a la naturaleza humana /la ley natural no solamente va incluida en la condición de cada ser humano, sino que es accesible a la conciencia de cada ser humano; cada persona puede saber cuáles son sus obligaciones por naturaleza, le basta con emplear su razón o inteligencia para darse cuenta/. Mas la naturaleza humana, aunque es una considerada como un todo, es múltiple en sus partes. /Pensemos en lo que sostenía Platón acerca del ser humano: el ser humano es un compuesto de cuerpo mortal y de alma inmortal; a su vez, en el alma se encuentran la razón, el ánimo o voluntad, y los deseos y pasiones. Es decir, que primero decimos que el ser humano estaría compuesto de dos partes, cuerpo y alma; y luego veríamos que su alma está también "tripartida"/ Por eso, la ley natural, o bien consta de un solo precepto por la unidad de la naturaleza humana como un todo, o bien consta de muchos por la multiplicidad de la naturaleza humana en sus partes. /Claro: porque habría apartados de la ley natural para la razón, para el ánimo y para los deseos, por ejemplo. Esto es: a cada parte del ser humano lo que le corresponde/ Pero en este caso también las inclinaciones de la parte concupiscible deberían pertenecer a la ley natural. 

3. La ley, como ya vimos es cosa de la razón./Ya lo hemos dicho: la ley natural va en la condición humana, forma parte de la esencia de la persona, y la razón de la persona debe ser consciente y sabedora de esa misma ley/ Pero la razón en el hombre es una sola. Luego la ley natural sólo tiene un precepto.
En cambio consta que los preceptos de la ley natural son en el orden práctico /lo que pertenece a la ética y a la política, el ámbito de la razón práctica; que es el terreno del empleo de la inteligencia enfocado a las relaciones con los demás seres humanos, se trate de normas de la conciencia moral o de las leyes que regulan las relaciones en la comunidad/ lo que son los primeros principios en el orden de la demostración /el ámbito de la razón teórica o especulativa; el campo de las ciencias y la filosofía, y también, llegado el caso, el de la teología natural o racional/. Pero estos primeros principios /esto es: los axiomas, las primeras verdades, que por ser las primeras verdades son absolutamente evidentes y el fundamento de las demostraciones que vengan después, de lo que los matemáticos denominan desde antiguo teoremas/ son muchos. Luego también son múltiples los preceptos de la ley natural. 

Solución. Hay que decir: Como ya dijimos, los principios de la ley natural son en el orden práctico lo que los primeros principios de la demostración en el orden especulativo /es decir, tanto en el campo de las ciencias y los saberes teóricos, en la filosofía, como en los asuntos prácticos de la ética y de la política, que son los asuntos de la vida humana en relación, nos encontramos con que existen unos fundamentos básicos, unos axiomas o principios/, pues unos y otros son evidentes por sí mismos. /Pero el problema es que sean evidentes no en sí mismos, objetivamente, sino para nosotros, subjetivamente, que nosotros lleguemos a conocer su verdad. Ya hemos visto que esto no era posible para conocer la esencia de Dios. Es decir, que no podíamos llegar a comprender todos los predicados que convienen a la naturaleza de Dios, sino que nuestra inteligencia debía limitarse a seguir unas vías o sendas de argumentación, semejantes a las de la caverna platónica, que nos servían para llegar a la conclusión de que Dios existe, nada más. Y eso viendo que en en el mundo hay algo que es Causa última, Motor último, Ser Necesario, Perfección Máxima o Inteligencia que diseña el universo. A lo cual "llaman Dios", sostiene Santo Tomás. Lo que pongo aquí sirve también para el comentario y comprensión del párrafo siguiente/

Ahora bien, esta evidencia puede entenderse en dos sentidos: en absoluto y en relación a nosotros. De manera absoluta es evidente por sí misma cualquier proposición /una proposición o juicio contiene un pensamiento, por una parte; y, por otra, se refiere a la realidad; si coincide o se adecua lo que dice con lo que es, la proposición es verdadera; si no, no. La proposición se compone de sujeto, que es aquello de lo que se enuncia, y de predicado, que contiene las cualidades del sujeto/ cuyo predicado pertenece a la esencia /aquellas cualidades o predicados que se incluyen de manera necesaria en la definición de una cosa o sujeto o sustancia/ del sujeto; pero tal proposición puede no ser evidente para alguno, porque ignora la definición de su sujeto. 
Así, por ejemplo, la enunciación «el hombre es racional» es evidente por naturaleza /se trataría de lo que se denomina juicio analítico, que es una proposición que se limita a mostrar lo que está implícito en el sujeto, sin informar de nada nuevo/, porque el que dice hombre dice racional; sin embargo, no  es evidente para quien desconoce lo que es el hombre.
De aquí que, según expone Boecio en su obra  De hebdomadibus, hay axiomas o proposiciones que son evidentes por sí mismas para todos; y tales son aquellas cuyos términos son de todos conocidos, como «el  todo es mayor que la parte» o «dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí». Y hay proposiciones que son evidentes por sí mismas sólo para los sabios, que entienden la significación de sus términos. Por ejemplo, para el que sabe que el ángel no es corpóreo y entiende lo que esto significa, resulta evidente que el ángel no esta circunscrito a  un lugar /puesto que no está compuesto de cuerpo y alma -solamente son alma- como están compuestos los seres humanos; y por ello no ocupa lugar; el lugar o espacio es el límite de los cuerpos/; mas no así para el indocto, que desconoce el sentido estricto de estos términos. /Recordemos que el indocto o ignorante del argumento ontológico de San Anselmo no sabía lo que estaba diciendo con la palabra Dios cuando se atrevía a decir, neciamente, que Dios no existía; no se daba cuenta de que en la esencia del sujeto Dios está el predicado existencia/

Ahora bien, entre las cosas que son conocidas de todos hay un cierto orden. Porque lo primero que alcanza nuestra aprehensión /inteligencia/ es el ente /el ser, la realidad/, cuya noción va incluida en todo lo que el hombre aprehende /cada vez que se usa la inteligencia se intelige algo; esto es, no se piensa “en nada”, eso es imposible/. Por eso, el primer principio indemostrable /no es demostrable porque es el principio o la condición de todas las demás demostraciones, de todos los razonamientos/ es que «no se puede afirmar y negar a la vez una misma cosa» /esto es, el principio de no contradicción lógico, el cual prohíbe que de la misma cosa y en el mismo sentido se afirme y se niegue algo/, principio que se funda en las nociones de ente y no-ente /ser y no-ser/ y sobre el cual se asientan todos los demás principios, según se dice en IV Metaphysica. Mas así como el ente es la noción absolutamente primera del conocimiento /es decir, de la inteligencia teórica, de las ciencias especulativas o teóricas/, así el bien es lo primero que se alcanza por la aprehensión de la razón práctica /esto es, la inteligencia aplicada al campo de la ética y la política, aquello que tiene que ver con las obligaciones de la humanidad y del ser humano como ser social/, ordenada a la operación /a la acción, a la conducta/; porque todo agente obra por un fin, y el fin tiene razón de bien /esto es, aquello que consideramos como el objetivo o finalidad de las cosas que hacemos, lo consideramos cono un bien; si no, no nos pondríamos en marcha/. De ahí que el primer principio de la razón práctica es el que se funda sobre la noción de bien, y se formula así: «el bien es lo que todos apetecen» /en Platón el Bien, con mayúsculas, es el principio o fundamento tanto de lo que podemos conocer, de lo que podemos llamar ciencias, como de la política, de la organización del Estado; pero Tomás de Aquino sigue en esto a Aristóteles, que había delimitado la razón teórica o científica, por una parte, de la razón práctica, ético-política/.

En consecuencia, el primer precepto de la ley /la primera obligación contenida en la ley natural/ es éste: «El bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse ». Y sobre éste se fundan todos los demás preceptos de la ley natural, de suerte que cuanto se ha de hacer o evitar caerá bajo los preceptos de esta ley en la medida en que la razón práctica lo capte naturalmente como bien humano /esta capacidad “natural” de la inteligencia práctica para conocer la ley natural y sus preceptos es lo que se denomina “sindéresis” y permite el funcionamiento de los que se denomina “conciencia”, la cual aplicaría esos principios prácticos/. Por otra parte, como el bien tiene razón de fin /ya se ha dicho: aquello que constituye la finalidad y objetivo de nuestra conducta lo consideramos un bien, por definición; otra cosa es que estemos equivocados y que sea un bien aparente o incompleto/, y el mal, de lo contrario, síguese que todo aquello a lo que el hombre se siente naturalmente inclinado /o sea, aquello a lo que el hombre tiende como su finalidad/ lo aprehende la razón como bueno y, por ende, como algo que debe ser procurado /buscado/, mientras que su contrario lo aprehende como mal y como vitando /que se debe evitar y odiar/. De aquí que el orden de los preceptos de la ley natural sea correlativo al orden de las inclinaciones naturales /recordemos que algo así sostenía Platón con respecto a las partes del alma y del Estado: cada una de ellas tenía su virtud y su finalidad/.
Y así encontramos, ante todo, en el hombre una inclinación /tendencia, propensión, lo que podríamos llamar, entrecomillándolo, “instinto”/que le es común con todas las sustancias /realidades, cosas en general, da igual que sean orgánicas o inorgánicas, vivientes o inertes.../, consistente en que toda sustancia tiende por naturaleza a conservar su propio ser /de lo cual, se sigue para el ser humano, no solamente la obligación de conservar su vida, sino la prohibición del suicidio). Y de acuerdo con esta inclinación pertenece a la ley natural todo aquello que ayuda a la conservación de la vida humana e impide su destrucción (en efecto, lo hemos dicho/. En segundo lugar, encontramos en el hombre una inclinación hacia bienes más determinados, según la naturaleza que tiene en común con los demás animales /el ser humano es un “animal racional”, lo que implica que genéricamente es un animal con tendencias animales, y que su especificidad consiste en la racionalidad/. Y a tenor de esta inclinación /según esta tendencia/ se consideran de ley natural las cosas que la naturaleza ha enseñado a todos los animales, tales como la conjunción de los sexos, la educación de los hijos y otras cosas semejantes /atiéndase a que en la definición de animalidad Tomás de Aquino incluye tendencias diríamos que “sociales”, y que no define la animalidad como instinto agresivo/. En tercer lugar, hay en el hombre una inclinación al bien correspondiente a la naturaleza racional /esta racionalidad es la que hace que el ser humano sea capaz de captar el contenido de la ley natural dispuesta por Dios; la ley natural obliga tanto a las tendencias animales de la persona humana como a sus tendencias más intelectuales/, que es la suya propia, como es, por ejemplo, la inclinación natural a buscar la verdad acerca de Dios y a vivir en sociedad /de nuevo vemos la diferenciación que practica Tomás de Aquino entre el ámbito de la teoría, de la ciencia, especulación, por una parte, y el ámbito de la práctica, de la ética y la política, la sociedad, por otro; en el caso de Platón, en República, vemos que hay una continuidad -o sea, que no existe una diferencia entre teoría y práctica- entre el pensamiento puro, la Dialéctica, y la práctica política; de hecho se concibe la Dialéctica como el momento culminante y definitivo de la educación de los gobernantes, quienes han de implantar el Bien y la Justicia en el Estado ideal/. Y, según esto, pertenece a la ley natural todo lo que atañe a esta inclinación, como evitar la ignorancia, respetar a los conciudadanos y todo lo demás relacionado con esto /recuérdese que la liberación de los prisioneros platónicos de su ignorancia poseía una finalidad de tipo político, en última instancia/.
Respuesta a las objeciones:
  1. A la primera hay que decir: Todos estos preceptos de la ley natural constituyen una ley natural única en cuanto se reducen a un único primer precepto /recordemos: buscar el bien como fin de nuestras acciones, rehuir el mal/.
    2.A la segunda hay que decir: Todas las inclinaciones de cualquiera de las partes de la naturaleza humana, como la concupiscible /el deseo, según la teoría platónica del alma/ y la irascible /el ánimo, según la división platónica mencionada/, en la medida en que se someten al orden de la razón /como tiene que ser, puesto que en esto Tomás de Aquino sigue a la ética griega, intelectualista en el sentido de que se considera que la parte mejor y divina del hombre, el alma racional, debe dirigir el conjunto de la persona y de sus acciones/, pertenecen a la ley natural y se reducen a un único primer precepto, como acabamos de decir. Y así, los preceptos de la ley natural, considerados en sí mismos, son muchos, pero todos ellos coinciden en la misma raíz /no está de más recordar que de forma similar en Platón la Idea del Bien es principio y fundamento de todas las demás Ideas, así como de su conocimiento. Tanto en Platón como en Tomás de Aquino existe una aspiración al orden en nuestros conocimientos y acciones. La diferencia es que Tomás de Aquino propone un fin sobrenatural, la salvación del hombre. Con lo cual se entiende que no basta con la comunidad política para alcanzar la verdadera felicidad, que estaría en la visión y unión con Dios. Tampoco basta con la razón, se precisa la fe. De ahí que aparte de la ley natural esté la ley divina, revelada por la fe, para guiar la conducta de los seres humanos/.
    3. A la tercera hay que decir: Aunque es una en sí misma, la razón ha de poner orden en todos los asuntos que atañen al hombre. Y en este sentido caen bajo la ley de la razón todas las cosas / ya se ha dicho: la razón debe guiar todas las inclinaciones o tendencias que se dan en el ser humano, se compartan por todos los seres, los animales o sean propias y específicas de la condición racional de la esencia humana/ que son susceptibles de una ordenación racional.