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HISTORIA DE LA FILOSOFIA, 2º BACHILLERATO, PLATÓN
Aunque os voy dando otros materiales en clase, aparte de las explicaciones, aquí os pongo lo que debe seguir a la explicación del mito de la caverna en el examen de Platón. Recuerdo que en ese examen, además, habrá una pregunta de vocabulario, con expresiones que saldrán de la lista que os facilite en clase. Ps. Les recuerdo a Vds. que me pueden pasar, en clase o a través de este blog o el correo, lo que vayan elaborando. Yo facilito los materiales, pero (a) los resúmenes y contenidos deben darle forma Vds.
La Idea del Bien, lo que conoce finalmente el prisionero, y
que le hace apto para convertirse en gobernante filósofo de una ciudad por fin
justa, (la Idea del Bien) representa la cima del mundo inteligible, la Idea de
ideas. Es la clave del mundo inteligible, la Idea de la que dependen otras como
la de Justicia y Belleza. Todas las Ideas integran el mundo de la verdad para
Platón, el mundo inteligible (esto es alcanzado por el uso de la inteligencia),
diferente en valor del mundo de los sentidos, visible, del mundo de la opinión, en el que
están los objetos materiales del mundo físico, y también los objetos
artificiales y sus sombras y reflejos. Es decir, que el mundo que ven nuestros ojos,
y podemos pensar que también las palabras que escuchan nuestros oídos, no es el
verdadero, el real.
El filósofo griego explica el lugar especial y fundamental
de la Idea del Bien en el símil del sol, señalando que ocupa en el mundo
inteligible el mismo lugar que el sol en el mundo visible. Que lo mismo que el
sol es causa (principio) de la visión y el crecimiento natural, el Bien es
causa de nuestro conocimiento (visión mental o intuición, podemos decir) y de
la existencia de las demás ideas.
En otro de sus símiles, inmediatamente antes del mito de la
caverna, en el símil de la línea, Platón concreta los pasos o grados por los
que va pasando el alma desde el conocimiento sensible u opinión (doxa) de las
imágenes y los objetos del mundo sensible (lo que él denomina, respectivamente,
“conjetura” y “creencia”) hasta el conocimiento intelectual o saber (episteme)
de los objetos del mundo inteligible, las Ideas.
En el conocimiento intelectual
también hay dos fases: el “pensamiento discursivo” de los matemáticos, basado
en hipótesis no suficientemente fundadas y que se sirve todavía de ejemplos
sensibles; y, finalmente, la “inteligencia” de los dialécticos o filósofos, que
ya no se sirven de ejemplos de la experiencia sensible en su conocimiento ni de
hipótesis, sino que avanzan plenamente y se mantienen “de ideas en ideas, y a través
de ideas”. (En el mito de la caverna Platón va a refundir y darle forma
narrativa, alegórica o metafórica a los dos símiles anteriores.)
Platón deja claro que las Ideas no son una creación o
invención de la mente. Al contrario, podemos ver como en su mito acerca de la
creación del mundo, el Demiurgo (=artesano) creador (hacedor, más bien) debe
fijarse en el orden y sistema de las Ideas para plasmarlas en la materia. Esa
obra artística o artesanal del Demiurgo es el mundo visible, perceptible por
los sentidos, que nosotros conocemos. Eso significa que de alguna manera se
encuentran huellas o trazas de las Ideas en el mundo sensible, y que el alma es
capaz de descubrir esas trazas.
Descubrirlas, no inventarlas. Y si el alma
racional (la mejor parte del alma) es capaz de descubrir las Ideas plasmadas en
las cosas que los ojos ven, será que de alguna manera ha estado en contacto con
ellas, antes de caer y encarnarse en el cuerpo (mito del Fedro). O sea, que el
alma preexiste a esta vida mortal, y cuando es capaz de localizar la Idea de
belleza en un paisaje, en una obra de arte o en un cuerpo, es que el alma
recuerda las Ideas (teoría de la reminiscencia) con las que antes estuvo en
contacto, antes de “caer” al mundo y al cuerpo.
Si Platón se sirve de mitos y símiles para explicar lo que
él quiere decir acerca de las Ideas, como se ve en su obra República, es porque
no encuentra fácil acceder a la exposición clara del tema. Por eso tampoco
encuentra otra manera de relacionar el mundo de las Ideas, objetos permanentes,
inmateriales, esenciales, explicativos de las cosas de este mundo visible, por
una parte, y el mundo sensible, por otra, (tampoco encuentra otra manera) que
no sea la de servirse de términos bastante vagos y metafóricos: las cosas
materiales “participan”, “imitan” o “copian” las Ideas. Precisamente por esta
razón surgirán críticas, su discípulo Aristóteles, acerca de la doctrina de las
Ideas, aunque el mismo Platón va siendo consciente de las dificultades y
problemas de su teoría de las Ideas en su obra de madurez y vejez.
La obra en que Platón nos expone su doctrina de la Idea del
Bien, República, ha recibido tradicionalmente el subtítulo de Acerca de la
Justicia. Esto es, que se trata de una obra de filosofía política en que Platón
intenta concretar sus intenciones de una constitución estatal justa (aquí
deberíamos recodar el contexto personal y público) de la obra platónica, de una
polis armónica, en paz, y que no vuelva a cometer otra vez el crimen contra
Sócrates, el mejor de los ciudadanos. Lo mismo que hay que convertir la mirada
del alma hacia la visión de las Ideas, el “mundo de arriba”, aunque sea difícil
y cueste (mito de la caverna), debe convertirse la mirada política del
gobernante, alcanzando el milagro de que los filósofos o sabios sean los
dirigentes del Estado.
Platón considera que hay una correspondencia entre la
psicología individual, entre las partes del alma (racional, animosa, deseante)
y las partes del Estado. Considera que lo mismo que en el individuo es la parte
mejor, el alma racional inmortal, la que debe gobernar a la pasión noble (el
ánimo) y a la menos noble (el deseo), en el Estado deben gobernar aquellos que
estén mejor dotados en la parte racional. No se trata de una capacidad
simplemente innata, sino que hay que cultivarla a lo largo de un severo proceso
de instrucción para seleccionar a los mejores. Por eso República es también una
obra pedagógica, y se puede estimar que sus símiles (la línea, la caverna) son
ejemplos plásticos de su intención de convertir la mirada del alma racional a
lo mejor y más bello.
En síntesis, en el Estado justo vamos a encontrar una
ordenación de tres estamentos, con sus respectivas virtudes, que corresponden a
las partes del alma. En primer lugar, los filósofos gobernantes, cuya virtud o
excelencia consiste en la sabiduría o prudencia del alma racional. En segundo,
los guardianes (de entre los mejores de ellos se seleccionan a los gobernantes)
del orden interior y exterior del Estado, cuya virtud consiste en el valor del
ánimo. Por último, el estamento económico, los productores de todo tipo, cuya
virtud, más bien negativa, consiste en la moderación de sus deseos.
Ciertamente Platón delinea una ciudad cerrada, una utopía
que podemos considerar asfixiante y dictatorial. Aunque esa no sea su intención,
sino que cada uno desempeñe el lugar que mejor le corresponde y le perfecciona.
Para hacerle justicia a Platón, no se trata de una aristocracia de nacimiento,
sino del saber. Se trata de un sistema meritocrático, podemos decir, que no
impide que el hijo del campesino llegue por sus méritos intelectuales y su
valor físico a la casta gobernante. Por otro lado, si nos puede parecer
monstruoso que Platón deniegue la posibilidad de tener familia propia a los
filósofos y los guardianes, esto es, a los estamentos gobernante y
militar-policial, nos tiene que parecer revolucionariamente moderno que otorgue
a la mujer los mismos derechos que al hombre.
Platón sostiene que cualquier transformación de esa
aristocracia basada en el mérito del saber implica una decadencia del Estado, y
va a significar que el interés público que posee el gobernante filósofo se
convierte cada vez más en la defensa egoísta y ambiciosa de los intereses
privados de los gobernantes. Al gobierno de los sabios suceden el gobierno de
los militares y de los ricos (timocracia, oligarquía), y después el gobierno de
los muchos, la democracia, que sobre el papel es el más hermoso por ser el más
libre. Sin embargo, Platón recordaba amargamente cómo la democracia había dado
muerte a su amado maestro Sócrates (al que pone como personaje portavoz en
República), y también que del desorden de los caprichos individuales que se
observan en un régimen democrático acaba surgiendo el peor de los regímenes, el
más bajo de ellos, la tiranía.
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