(En letra más pequeña, el texto de Nietzsche; en cursiva, en mi comentario, las partes que serían de ampliación del comentario)
NIETZSCHE,
F:
El crepúsculo de los ídolos. (Trad. A. Sánchez Pascual). Ed.
Alianza.
Madrid. 1979, pp.45-50.
‘La "razón" en la
filosofía’
1
Me
pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filósofos?... Por
ejemplo, su falta de sentido histórico, su odio a la noción misma
de devenir, su egipticismo. Ellos creen otorgar un honor a una cosa
cuando la deshistorizan, sub specie aeterni [desde la perspectiva de
lo eterno], cuando hacen de ella una momia. Todo lo que los filósofos
han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales;
de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos
señores idólatras de los conceptos, cuando adoran, - se vuelven
mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran. La muerte, el
cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento son para
ellos objeciones, - incluso refutaciones. Lo que es no deviene; lo
que deviene no es... Ahora bien, todos ellos creen, incluso con
desesperación, en lo que es. Mas como no pueden apoderarse de ello,
buscan razones de por qué se les retiene. "Tiene que haber una
ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es:
¿dónde se esconde el engañador? - "Lo tenemos, gritan
dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que también en otros
aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero.
Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la
historia [Historie], de la mentira, - la historia no es más que fe
en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir no a todo lo que
otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él
es "pueblo". ¡Ser filósofo, ser momia, representar el
monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! - ¡Y, sobre todo,
fuera el cuerpo, esa lamentable idée fixe [idea fija] de los
sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica que existen,
refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para
comportarse como si fuera real! ... "
“El
crepúsculo de los ídolos”: éste es el título del libro de F.
Nietzsche al que pertenece el capítulo que leemos, y que se titula,
a su vez, “La razón en la filosofía”.
El crepúsculo es
el ocaso, el final del día, cuando el sol se retira y viene la
noche... Un asunto muy poético y hasta romántico. (También el
crepúsculo es el alba, el inicio del día; pero esto es otra
cuestión... Lo veremos.)
Lo que sucede es que hay que
interpretar metafóricamente el título del libro... Lo cual a
nosotros no nos tiene que resultar tan complicado, si nos acordamos
de que Platón establecía comparaciones, analogías, símiles, que
contaba historias y mitos, etc.
Así, por ejemplo, el sol era
identificado con el Bien, porque era comparable el papel que jugaban,
uno en el mundo físico y el otro en el mundo
inteligible...
Entonces, cuando Nietzsche titula su libro
“Crepúsculo... “, hay que pensar en que algo así como que el
sol se pone... pero hay que interpretarlo figuradamente: lo que se
pone realmente, las que dejan de funcionar, son esas mismas Ideas que
a lo largo de toda la historia de la filosofía y de la cultura
habían representado el centro y el objetivo de la mirada
intelectual, la meta del conocimiento racional, de la moral, y hasta
de la religión.
Es a esto a lo que se refiere la segunda
parte del título del libro de Nietzsche (“... de los ídolos”).
Los tales “ídolos” son nada más y nada menos que esa Ideas
centrales, como el Bien de Platón, la Belleza, la Justicia; pero
también el Pensamiento de Descartes (el yo pienso, luego yo soy o yo
existo), y en general cualquier Idea de Realidad última, de
Sustancia o de Ser Perfecto.
Como ese mismo Dios que es una
sustancia o Cosa Infinita en Descartes, tan perfecta que si la
tenemos en nosotros, en nuestra mente, como parte del conjunto mental
de nuestras ideas, nosotros no la hemos podido crear, puesto que no
somos proporcionados a su grandeza; a la vez que se ve con evidencia
y verdad que esa Idea de Dios o del Ser Perfecto existe; y que sería
contradictorio que se nos ocurriera imaginar que fuera la Idea de
algo irreal o inexistente, que fuera nada (vayamos al texto de
Descartes; allí lo podemos ver)...
Tampoco tiene
sentido (o sea, que corresponde a una idolatría, a una adoración de
“ídolos”) el concepto de una razón práctica o razón moral,
como esa buena voluntad de Kant que está centrada en el cumplimiento
del deber por el deber y en el respeto a la ley moral; es decir, en
ajustar las máximas o reglas privadas de conducta al test del
Imperativo categórico, esa forma o fórmula de mandato o mandamiento
moral, que te pide que obres como si tu conducta tuviera que volverse
ley universal, similar o asimilable a las reglas de la naturaleza que
rigen el comportamiento de los cuerpos materiales (pensemos en ese
gran sistema de la ciencia moderna que es la física de Isaac Newton,
en cómo unifica la naturaleza en torno a una gran Ley)...
Parece
que nos estamos yendo del texto de Nietzsche, de las palabras
literales de Nietzsche... Pero realmente no es así. Lo que ocurre es
que la filosofía de Nietzsche se construye a contracorriente o en
oposición a todas las ideas, categorías o conceptos de la filosofía
anterior.
Es una filosofía que desmonta o deconstruye todos
los sistemas anteriores. Esto no se hace por capricho, evidentemente,
sino basándose en un fallo de toda esa filosofía anterior, en el
hecho de que había olvidado (así lo considera Nietzsche), nada más
y nada menos que la Vida, y la forma móvil y conflictiva y cambiante
que tiene esa misma vida...
Al contrario de lo que han ido
haciendo los filósofos, que como no podían controlar ese devenir,
es decir, esa condición cambiante o fugitiva de la realidad,
llegaban a sostener nada menos que ese mundo físico, sensible,
material, vital, etc. no es la verdadera realidad; sino que esa
realidad únicamente está en las Ideas, es decir, en lo que el
pensamiento es capaz de pensar, haciendo ver que esos pensamientos
forman lo que Platón denominaba un Mundo Inteligible, que es más
real que éste que vemos y vivimos. Es decir, que tenemos que salir
de la caverna para ver la verdadera realidad y ajustar nuestra
conducta a ella.
Lo que ocurre es que así nos olvidamos de la
vida, y en vez de ver la realidad como es, pues nos estamos
inventando otro mundo, sostiene Nietzsche.
Esto es lo que ha
hecho la “razón en la filosofía” (es el título del capítulo
de Nietzsche que leemos): inventarse sistemas de conceptos, como
telas de araña que matan la realidad, que es lo que hacen las arañas
con lo que apresan: inmovilizar y matar. También se puede decir que
los filósofos, tan racionalistas ellos, se comportan como
sepultureros (enterrando la vida), o como momificadores,
embalsamadores, taxidermistas... sustituyendo la vida viva por un
pálido reflejo que se le parece, pero que no lo es...sustituyendo lo
vivo por lo muerto..
2
Pongo
a un lado, con gran reverencia, el nombre de Heráclito.
Mientras
que el resto del pueblo de los filósofos rechazaba el testimonio de
los sentidos porque éstos mostraban pluralidad y modificación, él
rechazó su testimonio porque mostraban las cosas como si tuviesen
duración y unidad.
También
Heráclito fue injusto con los sentidos. Estos no mienten ni del modo
como creen los eléatas
ni
del modo como creía él, - no mienten de ninguna manera. Lo
que nosotros hacemos de su testimonio, eso es lo que introduce la
mentira, por ejemplo la mentira de la unidad, la mentira de la
coseidad, de la sustancia, de la duración...
La "razón" es la causa de que nosotros falseemos el
testimonio de los sentidos. Mostrando
el devenir, el perecer, el cambio, los sentidos no mienten... Pero
Heráclito tendrá eternamente razón al decir que el ser es una
ficción vacía. El mundo "aparente" es el único: el
"mundo verdadero" no es más que un añadido
mentiroso...
Se
mienta el nombre de Heráclito (el filósofo del "todo fluye";
el filósofo que mantiene la opinión de que la realidad consiste en
cambio, en continua creación y destrucción; la doctrina de que la
armonía surge nada más que del conflicto).
Se opone su
nombre al "resto del pueblo de los filósofos". Observa ya
que esto representa una total falta de respeto de Nietzsche (que
había estudiado Filología Clásica) por el sentimiento de casta,
normalmente aristocrático y antiplebeyo, de los filósofos.
Por
ejemplo:
Platón predicaba el ideal del filósofo-rey, del
gobernante-sabio y del sabio-gobernante. Nada democrático. Tampoco
se manifiesta democrático Descartes con ese camino ("método")
que él recomienda para su mente y no para otras... pero se excusa
diciendo que lo hace porque no le convencen las opiniones que han ido
imbuyendo en su experiencia propia los demás maestros. Es decir, que
pone su mente (metódica, esto sí; sometida a reglas simples y
fáciles) por encima de la pluralidad de las voces, aunque sean
maestros. Esto tampoco es muy democrático.
Entonces lo
que hace Nietzsche es asestar una bofetada en el orgullo de los
filósofos (de la filosofía), y señalarles que de aristocráticos
no tienen nada: que son una masa y despreciable.
¿Por qué lo
hace?
La respuesta está en lo que viene después del nombre
de Heráclito (venerado por Nietzsche, aunque no diga Nietzsche que
Heráclito no se equivoca, porque también escribe que se equivoca):
los filósofos rechazan lo que muestran los sentidos. Justamente lo
que empieza haciendo Platón.
Lo que Nietzsche quiere apuntar
es que los filósofos rechazan ese cuerpo al que pertenecen los
sentidos. Es decir, no solamente que los sentidos yerran y no nos
manifiestan la verdad, sino que el cuerpo peca y nos aparta (con sus
inclinaciones) de esa "buena voluntad" que era lo mismo que
el deber y la ley moral para Kant. (Aunque Kant no era nada ingenuo:
escribía que la voluntad de un ser humano no es santa, ni pura ni
perfectamente racional.)
Ahora bien, rechazar el cuerpo
equivale para Nietzsche a rechazar la vida (recordemos la "mímica
de sepultureros" del primer parágrafo). A rechazar la vida tal
y como se presenta: racional pero también ingenua; alegre, aunque
también peligrosa; hecha de satisfacciones y felicidad, y también
de dolor, destrucción y muerte. De armonía, y asimismo de
conflicto. Afirmar la vida tal como se da, en eso consiste el
"evangelio" de Nietzsche, la "buena nueva" que él
pronuncia frente a todo lo que han sostenido los componentes del
pueblo de los filósofos...
Nietzsche dice sí a la
naturaleza. Es "naturalista". Los filósofos habían sido
"sobrenaturalistas". En suma, los filósofos han mirado
hacia lo sobrenatural, han sido espíritus religiosos, como los
sacerdotes.
O sea: que tampoco han sido tan racionales, puesto
que la religión se basa en la fe, en una creencia sin fundamentos
firmes. En suma: ni aristocráticos ni racionales. Parece que los
filósofos no se han conocido a sí mismos de una manera adecuada,
que no han alcanzado la verdad acerca de su propia condición, a
pesar de su inteligencia. Les ha faltado espejo, Nietsche se lo
facilita y no son nada bellos. ¿Qué se esperaban?
3
¡Y
qué sutiles instrumentos de observación tenemos en nuestros
sentidos! Esa nariz, por ejemplo de la que ningún filósofo ha
hablado todavía con veneración y gratitud, es hasta este momento
incluso el más delicado de los instrumentos que están a nuestra
disposición: es capaz de registrar incluso diferencias mínimas de
movimiento que ni siquiera el espectroscopio registra. Hoy nosotros
poseemos ciencia exactamente en la medida en que nos hemos decidido a
aceptar el testimonio de los sentidos, -en que hemos aprendido a
seguir aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final. El
resto es un aborto y todavía-no-ciencia: quiero decir, metafísica,
teología, psicología, teoría del conocimiento. 0 ciencia formal,
teoría de los signos: como la lógica, y esa lógica aplicada, la
matemática. En ellas la realidad no llega a aparecer, ni siquiera
como problema; y tampoco como la cuestión de qué valor tiene en
general ese convencionalismo de signos que es la lógica.-
Vayamos
por partes:
a) En este párrafo Nietzsche sigue concretando su
crítica a los filósofos y las filosofías anteriores, tal y como ha
ido haciendo en los dos párrafos anteriores. Los filósofos, ha
sostenido Nietzsche, se olvidan de la vida, atentan contra los
derechos de la vida, de la naturaleza… Así que se comportan como
si fueran sepultureros o momificadores. Por esa razón emplea
Nietzsche la palabra “egipticismo” en el primer párrafo. Los
egipcios embalsamaban cuerpos, y así se creían que iban a eternizar
la vida. Pero eso que encerraban en las tumbas, como si éstas fueran
palacios, no era más que un cuerpo muerto; no la vida viva, sino una
apariencia de vida, algo totalmente falso. Esto es lo que han ido
haciendo los filósofos racionalistas, aquellos filósofos que ponen
la razón y la inteligencia por encima del cuerpo, y de los sentidos
que constituyen el cuerpo y que nos ponen en relación, y hasta en
comunión, con otros seres, con el mundo exterior… Así han
valorado la inteligencia, por encima de todo, pensadores como Platón,
Descartes, Kant y muchos más.
b) Los filósofos que además han
sido creyentes firmes en su religión, éstos se han olvidado
doblemente de la vida. Así, para los cristianos, denunciados una y
otra vez por Nietzsche en su obra filosófica, sostienen que este
mundo y esta vida no es la verdadera, que la tierra no es la verdad,
sino que la verdad está en otra parte, en un Reino de los Cielos, en
un mundo aparte que no tiene nada que ver con éste. Aunque se parece
desde luego al mundo inteligible que decía Platón, y que para
Platón era el lugar verdadero donde estaban las almas, la parte más
valiosa del hombre, la que era inmortal… No es raro: el
cristianismo es un platonismo para el pueblo, al decir de
Nietzsche…
c) Si los filósofos han sido tan “racionalistas”,
tan “adoradores” de la razón, lo cual significa que se han
conducido como unos creyentes cualesquiera (que no razonan sus
creencias, su fe), aunque ellos sostengan que no (pero ellos han
creído en la razón, ¿no?)… si la filosofía a lo largo de la
historia se ha comportado (a esta manera de ser Nietzsche la denomina
“idiosincrasia”) de este modo anti-natural, despreciando el
cuerpo y los sentidos, pues entonces, mantiene Nietzsche, habrá que
devolverle al cuerpos sus derechos, empezando por los sentidos…
d)
Esta nueva evaluación positiva de los sentidos es la que hace
Nietzsche en el párrafo que he reproducido arriba del texto, que es
el párrafo tercero del capítulo que debemos leer, analizar y
estudiar. Y Nietzsche se va directamente al extremo, hacia uno de los
sentidos que parece menos humano: el olfato. Cosa de perros, de
filósofos “cínicos”. Nietzsche no se dirige a la vista ni al
oído, que al fin y al cabo han sido unos sentidos relativamente
privilegiados y prestigiosos en la tradición intelectual: la vista
es el ejemplo que pone Platón en su símil del sol para explicar el
Bien, y Platón escribe que no son poca cosa ni la vista ni el sol;
el oído, dentro de la historia del cristianismo, es fundamental en
la institución de la confesión, esa práctica en la cual el
creyente desnuda el alma para confesar sus faltas (pecados) y que
Dios le haga ser de nuevo puro cuando cumpla la penitencia marcada.
No. Nietzsche empieza por el olfato; del cual dice que es más fiable
que un instrumento científico de precisión, como el espectroscopio.
Habrá que pensar que si ese olfato es tan útil para el
conocimiento, como da a entender Nietzsche, será capaz de detectar
no solamente lo que huele bien, sino también lo que huele mal, la
corrupción y la enfermedad.
e) Pues de eso se trata, nos comunica
Nietzsche: de que la tradición filosófica apesta: no en vano se
entretiene con muertos, aunque sean conceptuales. O sea: que la razón
que produce conceptos, o que los descubre, la razón que produce las
ciencias exactas como son la matemática y la lógica, lo que está
haciendo es acabar con lo que la vida tiene de más real, que es
aquello que nos manifiestan los sentidos y los cuerpos: el
movimiento, el cambio, la alegría y el dolor, etc. Es decir, este
mundo… no el otro que se inventan los filósofos y los sacerdotes,
que para Nietzsche son lo mismo: gentes débiles, resentidas,
plebeyas…
4
La
otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste
en confundir lo último y lo primero. Ponen al comienzo, como
comienzo, lo que viene al final -¡por desgracia!, ¡pues no debería
siquiera venir!- los "conceptos supremos", es decir, los
conceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la
realidad que se evapora. Esto es, una vez más, sólo expresión de
su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo
inferior, no le es lícito provenir de nada... Moraleja: todo lo que
es de primer rango tiene que ser causa sui [causa de sí mismo]. El
proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como
algo que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son
de primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo
incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto - ninguno de
ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui.
Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual una de otra, no
puede estar en contradicción consigo misma... Con esto tienen los
filósofos su estupendo concepto "Dios"... Lo último, lo
más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en
sí, como ens realissimum [ente realísimo]... ¡Que la humanidad
haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos
enfermos tejedores de telarañas! - ¡Y lo ha pagado caro!
...
Recuerda
la palabra "idiosincrasia". El DRAE
define esta
palabra como "Rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos
y propios de un individuo o de una colectividad". El individuo
en este caso es el filósofo. Es decir, que a Nietzsche le parece
importante la manera de ser del filósofo en relación con las ideas
que ese filósofo defiende. Sin embargo, tradicionalmente la
filosofía ha pretendido que lo importante son los argumentos, las
explicaciones objetivas, los métodos y las pruebas científicas, y
cuanto más "matemáticas" mejor...
Nietzsche
sostiene que ese carácter propio de los filósofos (esa
"idiosincrasia") consiste en confundirse con el orden de
las cosas, consiste en poner como primero y principal lo que no lo
es, lo que en verdad tendría que ser totalmente secundario y venir
al final, y ni mucho menos como algo importante...
Lo que debe
venir al final, si es que en realidad tienen que venir en algún
momento, son, según Nietzsche, los "conceptos supremos". O
sea: esas grandes palabras y conceptos que han ocupado la mente de
los filósofos, los cuales las han considerado como la verdadera
realidad (pretendiendo que era algo que todos debían creer, a causa
de lo bien fundamentado que estaba) . Las
Ideas platónicas, por ejemplo (Belleza, justicia, Bondad, etc.).
También esas ideas que Descartes descubre, como innatas o congénitas
(genéticas diríamos nosotros) a la razón humana: el alma o res
cogitans (yo pienso, yo soy), Dios, que es un ser perfecto o infinito
(res infinita), los cuerpos materiales (res extensa).
Es
verdad que Descartes se basa en el examen de su propia razón,
mientras que Platón tiende a localizar como un mundo exterior a la
mente, como algo que la mente tendría que descubrir tras su training
matemático,
o salida de la caverna. En todo caso el ejercicio de la razón es
básico, por eso hay que someterla a métodos (Descartes), entrenarla
a lo largo de la vida (Platón, para sus gobernantes
filósofos).
También
es básico el empleo y reflexión de la razón en el caso de la
moral, es decir, en el caso de lo que los seres humanos consideramos
que está bien o mal (con independencia de lo que digan las leyes;
recuerda que a veces podemos considera que hay leyes injustas, como
las que justifican la esclavitud, o la sumisión de la mujer). Es
decir, que también la razón moral se ocupa de ideas
(morales)...
Pues bien, lo que sostiene Nietzsche, atacando de
raíz esa tradición, es la condición de esas mismas ideas, su
validez. O sea: que para él no valen más que como "síntomas"
del carácter del filósofo. De su carácter de persona religiosa,
creyente (contradiciéndose el filósofo: porque el filósofo
sostiene que su inteligencia es plena y metódicamente racional).
Si
son "síntomas" es que habrá que pensar que el filósofo
es un enfermo, un ser humano resentido contra la vida, esta vida y
este mundo, y que por esa razón de que está resentido tiene que
inventarse otro mundo y otra realidad más verdaderas, que no
cambian, que no mueren, que no son "históricas".
Escribe
Nietzsche:
"Todos los valores supremos son de primer
rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo
incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto - ninguno de
ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa
sui."
Para Nietzsche son lo mismo los conceptos (de un
filósofo) que los valores (las cosas que valen para ese mismo
filósofo). Esto es, que los conceptos con que percibimos y
explicamos la realidad (no solamente los filósofos, sino nosotros
también) equivalen a evaluaciones o puntos de vista que tenemos
sobre esa realidad, a la manera en que nos fijamos en unas cosa,
seleccionándolas porque nos interesan, mientras que en otras no nos
fijamos y las dejamos de lado.
Esto lo advierte Nietzsche, es
decir, que los conceptos de los filósofos, esas grandes Ideas de
verdad, perfección, bien, etc. (como las que menciona en el
fragmento que acabo de citar), que culminan en la Idea de Dios (que
tiene que ser "causa sui", es decir, que tiene que existir
por sí misma, que no la podemos haber creado nosotros; recuerda que
es lo que escribía Descartes: que nosotros no podemos haber creado
la Idea de un ser perfecto, dado que nosotros somos imperfectos)...
todas esas ideas que descubre o se inventa la razón no son nada más
que productos (invenciones, ficciones, mentiras, etc.) de los
filósofos, creaciones de los filósofos "racionalistas",
que son incapaces, por su debilitada y enferma voluntad, de afirmar
la realidad y la vida tal y como son, y que por eso tienen que
inventarse otro mundo donde las cosas no cambien ni mueran, donde no
haya historia, para consolarse y estar a la altura.
Pero todo
eso son ídolos, "idolatrías", y es como creerse que la
momia es la persona viviente... Esto son los filósofos según
Nietzsche: tejedores de telarañas (la araña es la razón; la tela,
los conceptos o ideas; la mosca cazada y muerta, la vida real, los
cuerpos, los sentidos)...
5
Contrapongamos
a esto, por fin, el modo tan distinto como nosotros (-digo nosotros
por cortesía ... ) vemos el problema del error y de la apariencia.
En otro tiempo se tomaba la modificación, el cambio, el devenir en
general como prueba de apariencia, como signo de que ahí tiene que
haber algo que nos induce a error. Hoy, a la inversa, en la exacta
medida en que el prejuicio de la razón nos fuerza a asignar unidad,
identidad, duración, sustancia, causa, coseidad, ser, nos vemos en
cierto modo cogidos en el error, necesitados al error; aun cuando,
basándonos en una verificación rigurosa, dentro de nosotros estemos
muy seguros de que es ahí donde está el error. Ocurre con esto lo
mismo que con los movimientos de una gran constelación: en éstos el
error tiene como abogado permanente a nuestro ojo, allí a nuestro
lenguaje. Por su génesis el lenguaje pertenece a la época de la
forma más rudimentaria de psicología: penetramos en un fetichismo
grosero cuando adquirimos consciencia de los presupuestos básicos de
la metafísica del lenguaje, dicho con claridad: de la razón. Ese
fetichismo ve en todas partes agentes y acciones: cree que la
voluntad es la causa en general, cree en el "yo", cree que
el yo es un ser, que el yo es una sustancia, y proyecta sobre todas
las cosas la creencia en la sustancia-yo -así es como crea el
concepto "cosa"... El ser es añadido con el pensamiento,
es introducido subrepticiamente en todas partes como causa; del
concepto "yo" es del que se sigue, como derivado, el
concepto "ser"... Al comienzo está ese grande y funesto
error de que la voluntad es algo que produce efectos,- de que la
voluntad es una facultad... Hoy sabemos que no es más que una
palabra... Mucho más tarde, en un mundo mil veces más ilustrado,
llegó a la consciencia de los filósofos, para su sorpresa, la
seguridad, la certeza subjetiva en el manejo de las categorías de la
razón: ellos sacaron la conclusión de que esas categorías no
podían proceder de la empiria, - la empiria entera, decían, está,
en efecto, en contradicción con ellas. ¿De dónde proceden, pues? -
Y tanto en India como en Grecia se cometió el mismo error: "nosotros
tenemos que haber habitado ya alguna vez en un mundo más alto (- en
lugar de en un mundo mucho más bajo: ¡lo cual habría sido la
verdad! ), nosotros tenemos que haber sido divinos, ¡pues poseemos
la razón!"... De hecho, hasta ahora nada ha tenido una fuerza
persuasiva más ingenua que el error acerca del ser, tal como fue
formulado, por ejemplo, por los eléatas: ¡ese error tiene en favor
suyo, en efecto, cada palabra, cada frase que nosotros pronunciamos!
-También los adversarios de los eléatas sucumbieron a la seducción
de su concepto de ser: entre otros Demócrito, cuando inventó su
átomo... La "razón" en el lenguaje: ¡oh, qué vieja
hembra engañadora! Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios
porque continuamos creyendo en la gramática...
En
este apartado, en concreto, tenemos que pensar, evidentemente, en
Platón y en Descartes. Pero tenemos que saber que Nietzsche
argumenta en contra (esto lo digo yo, pero tú no lo escribas en un
examen: los filósofos no son abogados que se pelean... porque a
veces son peores) de Platón y Descartes, a causa de que éstos son
filósofos que se basan en la razón; es decir, en la creencia en la
razón...
Y, ¿en qué consiste o en qué se basa la razón
-se pregunta Nietzsche, y se responde él mismo en el texto, en este
fragmento?
La razón, según Nietzsche la razón es un
prejuicio y se constituye a base de prejuicios.
Justo lo
contrario de la tesis de Descartes, que sostenía que la razón
inspirada en un método era capaz de deshacerse de los prejuicios,
creencias infundadas que proceden de la experiencia nuestra, de
nuestro aprendizaje, las enseñanzas contradictorias de los maestros,
etc.
Pues no, para Nietzsche existe un "prejuicio de la
razón", como una especie de adoración religiosa y
supersticiosa de la "diosa" razón, como si ésta fuera lo
más alto o nos pusiera en contacto con lo más alto y supremo, a
través de los conceptos que crea. Como si creyéramos que la razón
nos pone en contacto con lo más alto, con lo supremo: las Ideas en
Platón, o Dios en Descartes y en muchos otros filósofos, cristianos
o no.
Pues no: la razón no nos ponen en contacto con lo
superior, con un mundo inteligible y más perfecto que éste, sino
que la razón, la inteligencia, se basa en lo más grosero (lo más
grueso, lo más basto o rudimentario) que existe, en el
lenguaje.
Más que el lenguaje sea grosero, se trata de que
creerse el lenguaje, aquello que hablamos o escribimos, sí que
constituye una simpleza, una ingenuidad. "Fetichismo"
(creencia en fetiches, en ídolos, es el término que emplea
Nietzsche).
Es como si pensáramos que todo aquello que
decimos con nuestras oraciones simples se corresponde exactamente,
punto por punto, con lo que sucede en el mundo realmente... Parece
cosa de niños. Para Nietzsche los filósofos son justamente esos
niños crédulos...
“El
problema del error y de la apariencia”.
¿Qué
significa esta expresión de Nietzsche al comienzo del apartado?
No
debemos tener dudas al respecto. Se trata de la cuestión que
importaba a Descartes y a Platón, en el campo de la teoría, del
conocimiento filosófico y científico, y que cada uno pretendía
solventar a su modo.
Descartes,
en la filosofía moderna, fijándose en el proceder de las
matemáticas, de la geometría y el álgebra, para ver si en su
manera de deducir, en el riguroso modelo de explicación y
conocimiento que nos proporcionan estas ciencias exactas, las
matemáticas, se halla un camino o método que puedan valer al
espíritu humano (razón, mente, inteligencia, etc.) en el ámbito de
la filosofía en general.
Platón,
en la filosofía antigua, en Grecia, el lugar de nacimiento de la
filosofía, del logos o razón que quiere comprender todas las cosas,
el mundo de ahí fuera, de la naturaleza, el cosmos, pero también el
mundo de dentro, el de los seres humanos y sus relaciones, su
conciencia moral (su corazón, podríamos decir; su “demonio”
interior, dice Sócrates).
También
Platón, él
más que nadie, y por eso Nietzsche ataca justamente la filosofía de
Platón: porque es la fundadora, la original, la que proporciona los
conceptos que luego van a repetir o con los que van a jugar los demás
filósofos, sean más racionalistas o se fijen más en la experiencia
de los sentidos (empiristas). Esto es, que Nietzsche considera su
obligación de filósofo (aunque él pretende ser un psicólogo o
como un médico que diagnostica los males del alma y del cuerpo, de
la vida en general, de donde los filósofos se han inventado su
conceptos), considera su obligación, digo, ir a la fuente, al lugar
original de los errores en las ideas de los filósofos. O sea: Platón
(aunque también Sócrates, el maestro amado por Platón).
El
primer error está en diferenciar (Platón) una “apariencia” (de
los sentidos: el mundo visible, el mundo de la izquierda de la línea,
el mundo del interior de la caverna), por un lado, y una “realidad”,
por otro. Una “realidad” conocida a través de la razón, de las
matemáticas primero y de la filosofía dialéctica finalmente, como
se nos dice en el símil de la línea (o sea, el significado de la
parte de la derecha), una “realidad” que es la que conoce
finalmente el prisionero liberado de las sombras, las ignorancias y
las injusticias de la caverna, que sale a la luz del mundo y
finalmente ve el sol (quiero decir, el Bien).
No es poca cosa
lo que el filósofo conoce al conocer el Bien y el resto de las Ideas
que de él proceden y por él se explican (de la misma manera que del
sol proceden las cosas naturales y a causa del mismo sol las vemos,
según su símil del sol)… No es poca cosa, porque ese conocimiento
exhaustivo, pormenorizado, intelectual, de la verdadera realidad, de
esa trama o mundo inteligible que conforman las Ideas, es de la mayor
utilidad: permite al filósofo que se ha ido formado, educando,
instruyendo en ese saber, trasladar a la ciudad, a la política, a la
sociedad de los seres humanos, todo ese conocimiento del Bien y de
los justo que ha ganado teóricamente. De manera que en la práctica
ese bien y justicia se convierten en virtudes concretas de todos y
cada uno de los componentes del estado ideal platónico, de su utopía
soñada: trabajadores moderados, que no se dejan llevar por sus
deseos sensuales, militares valerosos, guardando el orden de la
ciudad prescrito por los sabios y prudentes gobernantes de esta
ciudad ideal…
Piensa
que esa misma exactitud que Platón quiere para su ciudad perfecta
(da igual que nosotros, ciudadanos de democracias parlamentarias
avanzados, conozcamos por experiencia histórica que las ciudades
perfectas no lo son), es la que Descartes quiere para edificar de
nueva planta la ciencia, y que él también ordena la sabiduría,
buscando armonizar sus partes.
6
Se
me estará agradecido si condenso un conocimiento tan esencial, tan
nuevo, en cuatro tesis: así facilito la comprensión, así provoco
la contradicción.
Primera tesis. Las razones por las que
"este" mundo ha sido calificado de aparente fundamentan,
antes bien, su realidad, -otra especie distinta de realidad es
absolutamente indemostrable.
Segunda
tesis. Los signos distintivos que han sido asignados al "ser
verdadero" de las cosas son los signos distintivos del no-ser,
de la nada, -a base de ponerlo en contradicción con el mundo real es
como se ha construido el "mundo verdadero": un mundo
aparente de hecho, en cuanto es meramente una ilusión
óptico-moral.
Tercera
tesis. Inventar fábulas acerca de "otro" mundo distinto de
éste no tiene sentido, presuponiendo que no domine en nosotros un
instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo frente a la
vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la
fantasmagoría de "otra" vida distinta de ésta, "mejor"
que ésta.
Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo
"verdadero" y en un mundo "aparente", ya sea al
modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia,
un cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la décadence,
-un síntoma de vida descendente... El hecho de que el artista estime
más la apariencia que la realidad no constituye una objeción contra
esta tesis. Pues "la apariencia" significa aquí la
realidad una vez más, sólo que seleccionada, reforzada,
corregida... El artista trágico no es un pesimista, -dice
precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible, es
dionisíaco...
“Un
conocimiento tan esencial”, empieza escribiendo Nietzsche en este
apartado final que recapitula todo lo que ha ido sosteniendo
anteriormente. Ese conocimiento tan esencial consiste en la denuncia
de todas las ideas y valores que la filosofía anterior ha ido
poniendo como fundamentales.
Considera Nietzsche que estos
valores e ideas de la filosofía pasada implican una anulación de la
realidad, la negación de la vida. Del cambio, de la historia. Esto
lo denomina Nietzsche NIHILISMO (del latín “nihil” = nada),
porque es la conversión de la vida, de la fuerza, de la alegría, en
nada.
Los filósofos y sacerdotes han sido los que se han
encargado de romper o anular la vida, inventándose conceptos de un
mundo que ellos sostienen que es más verdadero que este mundo
sensible (“de la caverna”, diría Platón, que es el gran
denunciado por las críticas de Nietzsche, pero no el único).
Quien
niega esta vida de carne y hueso, de alegría y de dolor (pues
Nietzsche no está sosteniendo algo tan ingenuo como que la vida sea
una sucesión optimista de fenómenos positivos), esta realidad en
perpetuo cambio, que solamente a través de los ojos podemos conocer
(a través de los ojos, a través de los sentidos en general;
recordemos el aprecio que le tiene Nietzsche a la nariz, por la
capacidad de ésta de detectar los malos olores que vienen de los
conceptos muertos de los filósofos)… quien niega todo esto es que
vive en sí una vida enferma, que no le satisface y que por eso tiene
que inventarse otras vidas y mundos más verdaderas, un mundo
imaginario de almas aparte del cuerpo y de ideas aparte de las cosas
materiales (como en Platón, pero también como el cristianismo, pues
Nietzsche sostiene que el cristianismo es “platonismo para el
pueblo”, una filosofía ajustada a cabezas poco sutiles).
Se
trata, el filósofo o el religioso, de personas debilitadas,
decadentes, que han olvidado lo fundamental de la realidad, que ésta
es VOLUNTAD DE PODER.
O sea, que la realidad consiste en una
tendencia constante a la superación, a ir más allá, más allá
pero no fuera del mundo, sino en éste… A esta vida, a esta
“voluntad de poder” hay que afirmarla, hay que decirle sí a
todo, querer que todo volviera a repetirse de nuevo.
Es la
idea del ETERNO RETORNO, que Nietzsche defiende como una de sus
doctrinas fundamentales, y que es lo que correspondería a seres que
fueran capaces de ir más allá de las ideas de los filósofos y de
las religiones. El “eterno retorno” representa, por lo tanto, el
ideal ético del SUPERHOMBRE, no del hombre decadente. Ahí está el
sentido aristocrático de Nietzsche, no en que sea un antecedente de
Hitler…
Por eso, porque no hay más que este mundo, es por
lo que Nietzsche argumenta que no existe un “mundo aparente”
(éste, el material, el de los sentidos, el del cambio, etc.),
enfrentado a un “mundo verdadero” (el de las ideas, el de los
filósofos) que se conoce con la inteligencia.
No. Este mundo
de la inteligencia, inteligible, conceptual, ideal, etc. no existe,
no es nada más que una ficción, una invención que se basa en una
creencia (cosa de religiosos) en el lenguaje, en que las palabras son
la realidad.
(Tan ingenuo como si nos creemos que el sujeto de
una oración y el nombre que hay como núcleo del sujeto se
corresponde con exactitud a una realidad, a una sustancia… Pues no,
esto sería ingenuo, puesto que sabemos que la realidad es
científicamente algo más complejo; que hay átomos y todo
eso.)
Las palabras son metáforas para Nietzsche, no son
etiquetas exactas, científicas, matemáticas, sino aproximaciones
que nos sirven, que sirven a la vida. Y según sea la vida, esas
palabras darán lugar a unos conceptos o a otros… En el caso de una
vida decadente, de una forma vital que niega la vida, los conceptos
son esos de los filósofos, un conjunto de ideas que esos mismos
filósofos sostienen que son el mundo verdadero (Bien, Belleza,
Justicia, Dios, etc.).
Para nada… Para Nietzsche son
“ídolos” cuyo “crepúsculo” (no el de la mañana, sino el de
la tarde, el del ocaso) ha llegado.