Aplicando
las reglas del método obtiene los fundamentos de las ciencia, las
raíces o verdades metafísicas (dice él).
¿Qué es lo
primero que Descartes conoce como seguro? Después de haberlo puesto
todo en duda (lo que se llama duda metódica, que aplica la primera
regla del método), a fin de que no se le cuele ningún error, a fin
de que no haya ningún resquicio en el edificio ordenado del
saber.
Sabemos que encuentra motivos para dudar de los
sentidos, que nos pueden engañar; sabemos, igualmente, que muchas
veces resulta difícil distinguir nuestra vida normal cuando estamos
despiertos de las cosas que vivimos (por así decirlo) cuando tenemos
un sueño. ¿Por qué no pensar que nuestra vida sea un sueño, como
en la obra de Calderón de la Barca? Igualmente podemos suponer (el
mismo Descartes, gran matemático, lo supone) que podemos
equivocarnos a la hora de efectuar razonamientos matemáticos. Claro,
por este motivo se precisa el cuarto precepto (regla, instrucción)
del método que nuestro filósofo propone: a fin de que podamos
enumerar, volver sobre los pasos, repasar para ver que no se ha
omitido nada, que no se ha saltado ningún paso en el proceso de
razonamiento.
Hasta incluso, finalmente, podemos imaginarnos
que el universo está controlado no por un dios bondadoso (el de la
religión cristiana) sino por un dios malvado o genio maligno que
hace que me equivoque en cada una de las cosas que yo creo
conocer.
Entonces, para no dejar que se me pase nada, he
llegado a dudar de todo, mi duda se ha hecho "hiperbólica",
es decir: extrema, exagerada.
Pero
no podemos olvidar que esta duda es sólo una herramienta, un
instrumento, una duda "metódica" o procedimental que
Descartes maneja con el fin de edificar el conocimiento científico y
filosófico.
¿Es posible salir de ahí? ¿Es posible que
poniéndolo todo en cuestión (entre paréntesis) me vaya a quedar
algo claro... y distinto, evidente, verdadero, cierto, indudable,
etc., etc., como es la pretensión del filósofo francés?
¿Por
qué no?
Dudando de todo, lo único que resta como verdadero
es mi pensamiento que duda, y así "intuyo" o conozco
inmediatamente que soy (pienso luego soy, existo).
Esto no es
algo que se pueda "deducir" con argumentos complicados,
sino de una manera inmediata y directa, en el mismo momento en que
dudo. Dudo, pienso, soy.
De esta primera verdad que conozco no
me puede sacar nadie, ningún escéptico extravagante (dirá
Descartes).
(Un
par de aclaraciones relativas al vocabulario empleado: los escépticos
son los que dudan de que el conocimiento sea posible. O sea: que
sostienen que no hay conocimiento, ni ciencia, que nada podemos saber
con seguridad ni en nuestras vidas ni en nuestras ciencias. Lo que es
un asunto muy serio para los seres humanos. ¿No?
Otra
cosa: "intuir" es captar una verdad evidente, es ver algo
claro y distinto, indudable, según se dice en la primera regla del
método. "Deducir", por su parte, es ir encadenando o
eslabonando unas verdades con otras, ir trabando unas razones con
otras para obtener razonamientos verdaderos.)
Y
como pensando, soy, conozco también cuál es mi realidad esencial,
mi naturaleza, mi definición: soy una cosa pensante (una "res
cogitans"), una naturaleza, sustancia o realidad mental que
consiste, por ahora, en los pensamientos o "ideas" que
tiene, que pueden ser de muchos tipos.
De estas ideas he
descubierto, primero, la idea de mí mismo, de mi ser personal como
una realidad que piensa (pienso luego soy), pero, a continuación,
puedo observar en mí otras ideas.
(Obsérvese
que la definición de Descartes del ser humano como siendo una "cosa
pensante" no está lejos de la definición antigua del ser
humano, del que se decía que era un "animal racional", ni
está lejos de la definición biológica del ser humano moderna, en
la que el ser humano es clasificado como "homo sapiens".)
Lo
único que sé con evidencia es que mi personalidad consiste en
pensar, no (ni mucho menos) en poseer un cuerpo, aunque me duela.
La
razón de esto es que decidí dudar de todo, es decir, que decidí
sospechar acerca de los sentidos, y de las informaciones que éstos
parece que me dan acerca de mi cuerpo y de otros cuerpos ajenos a mí
o exteriores.
Es decir, que, ni más ni menos, decidí dudar
de todo el mundo exterior (me pueden engañar los sentidos, puedo
estar soñando sin saberlo, me puede tender una trampa malvada el
genio maligno).
¿Qué ideas encuentro además en mi mente,
aparte de esa verdad intuitiva de “pienso luego existo”?
Una
de ellas es la idea de Dios, la idea de un ser infinito y perfecto,
que no puede proceder de mí. No puede proceder de mí, en primer
lugar, porque yo, que soy imperfecto (la prueba de ello es que he
conocido mi existencia dudando; esto es, manifestando una
imperfección de mi pensamiento, de mi inteligencia, de mi saber), yo
no he podido engendrar algo perfecto.
La explicación de
Descartes es algo más complicada, al respecto de este asunto de
Dios, realmente. Depende de una especie de axioma o principio del
pensamiento: que consiste en que Descartes supone que debe haber una
especie de "proporción" o equivalencia entre la causa de
un hecho y ese hecho (efecto, consecuencia).
Así, Dios, que
es lo más grande (debemos recordar que la formación filosófica de
Descartes es tradicional, cristiana, teológica), no puede venir de
algo que sea inferior a Él, a Dios: en saber, en poder, en
bondad.
Pero realmente no debemos ser creyentes para darnos
cuenta de que algo de verdad existe en el argumento de Descartes:
pues los seres humanos conocemos que tenemos límites, que no somos
perfectos, ni mucho menos. De hecho, si la idea de Dios, que es un
ser perfecto, infinito, que todo lo sabe y puede, hubiera venido de
nuestras mentes, entonces ¿cómo es que nos hemos hecho tan mal, tan
imperfectos? ¿Por qué? A lo peor es que no somos los arquitectos,
sino que necesitamos de un Arquitecto!
Además, y éste
también es un argumento fundamental o prueba filosófica que emplea
Descartes para sostener que Dios existe: cuando pienso en lo que
significa realmente el nombre o idea de Dios he de darme cuenta de
que no puedo pensar más que en que tiene que existir. Algo
perfecto como es Dios en su definición tiene que existir, porque si
no... no es perfecto. El argumento puede ser tramposo, pero eso no
viene ahora a cuento, sino que Descartes señala que tengo que
reconocer que Dios va unido a su existencia con la misma evidencia
con la que reconozco que un triángulo tiene (sus ángulos internos
suman) 180 grados.
Una vez que conozco que Dios existe,
resulta mucho más sencillo apuntalar mi conocimiento del mundo, mis
ideas de la verdad, de la evidencia, de la claridad y la distinción,
etc., de modo que mis razonamientos, bien ordenados o encadenados,
sirven para construir un nuevo y firme edificio de la ciencia, en el
que se incluye de manera fundamental la Física, el estudio de los
cuerpos, del espacio y del movimiento, lo que Descartes denomina "res
extensa".
Hemos de reconocer, sin embargo, que hemos
llegado a un lugar filosófico extraño.
Estas
son las razones:
a)
En primer lugar porque el filósofo francés nos pidió que dudáramos
de nuestra tradición, antes de pedirnos que dudáramos de nuestras
facultades mentales, que dudáramos a fin de apuntalar bien el
edificio de la ciencia. Eso supone, en principio, dejar de pensar en
términos religiosos, teológicos, que era lo que había estado
haciendo la filosofía tradicional: que había estado subordinando
las teorías filosóficas a las necesidades de la fe religiosa Y
ahora, vemos, para nuestra sorpresa, que Dios retorna al primer plano
de la actualidad filosófica en Descartes.
b)
En segundo lugar, ese Dios que ha sido demostrado filosóficamente le
sirve a Descartes para que podamos dejar de dudar definitivamente;
cuando la verdad es que habíamos empezado poniendo en duda
absolutamente todo, sospechando absolutamente de todo, no creyendo en
nada a fin de no ser engañados. Lo que está sosteniendo ahora el
filósofo francés es que Dios garantiza que no nos equivoquemos. O
sea: que Dios no es un genio maligno, sino que es un ser perfecto, y
por eso no puede engañarnos en nuestras facultades mentales, cuando
vemos el mundo, cuando nos hablamos, cuando efectuamos razonamientos,
cuando meditamos, etc., etc.
Es decir: que si los sentidos me
enseñan un mundo exterior, si veo algo más que mi propio
pensamiento, si voy más allá de saber que "yo pienso, yo
existo" y sé además que soy un cuerpo, que existen otros
cuerpos y otros seres que piensan y existen, todo esto depende de que
ese Dios perfectísimo me garantiza que mis conocimientos sean
evidentes, es decir, me garantiza la primera regla del método.
Aquí
está el problema. El método y sus reglas lo había aplicado
Descartes primero a las matemáticas y luego a la filosofía, para
obtener verdades firmes y fundamentales, para hacer crecer el "árbol
de la ciencia". Una de las cosas a las que había aplicado la
regla de la evidencia, y todas las demás del método, era a la idea
o representación de Dios que tengo en mi mente, en mi
espíritu.
Pues bien, la aplicación rigurosa del método
había permitido concluir que Dios existe. Y, sin embargo, ahora, es
ese mismo Dios, que yo he demostrado, el que demuestra que mis
razonamientos, entre ellos el que lo demuestra, son correctos y
verdaderos; el que demuestra que la regla de la evidencia sea
verdadera y útil. Y esto es un círculo lógico, algo que no se
puede permitir el pensamiento.