06 enero 2016

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 2º BACH, DESCARTES

PARTE IV del Discurso del método (Continuación del esquema de la Parte II):

Aplicando las reglas del método obtiene los fundamentos de las ciencia, las raíces o verdades metafísicas (dice él).

¿Qué es lo primero que Descartes conoce como seguro? Después de haberlo puesto todo en duda (lo que se llama duda metódica, que aplica la primera regla del método), a fin de que no se le cuele ningún error, a fin de que no haya ningún resquicio en el edificio ordenado del saber.

Sabemos que encuentra motivos para dudar de los sentidos, que nos pueden engañar; sabemos, igualmente, que muchas veces resulta difícil distinguir nuestra vida normal cuando estamos despiertos de las cosas que vivimos (por así decirlo) cuando tenemos un sueño. ¿Por qué no pensar que nuestra vida sea un sueño, como en la obra de Calderón de la Barca? Igualmente podemos suponer (el mismo Descartes, gran matemático, lo supone) que podemos equivocarnos a la hora de efectuar razonamientos matemáticos. Claro, por este motivo se precisa el cuarto precepto (regla, instrucción) del método que nuestro filósofo propone: a fin de que podamos enumerar, volver sobre los pasos, repasar para ver que no se ha omitido nada, que no se ha saltado ningún paso en el proceso de razonamiento.

Hasta incluso, finalmente, podemos imaginarnos que el universo está controlado no por un dios bondadoso (el de la religión cristiana) sino por un dios malvado o genio maligno que hace que me equivoque en cada una de las cosas que yo creo conocer.

Entonces, para no dejar que se me pase nada, he llegado a dudar de todo, mi duda se ha hecho "hiperbólica", es decir: extrema, exagerada.
Pero no podemos olvidar que esta duda es sólo una herramienta, un instrumento, una duda "metódica" o procedimental que Descartes maneja con el fin de edificar el conocimiento científico y filosófico.

¿Es posible salir de ahí? ¿Es posible que poniéndolo todo en cuestión (entre paréntesis) me vaya a quedar algo claro... y distinto, evidente, verdadero, cierto, indudable, etc., etc., como es la pretensión del filósofo francés?

¿Por qué no?

Dudando de todo, lo único que resta como verdadero es mi pensamiento que duda, y así "intuyo" o conozco inmediatamente que soy (pienso luego soy, existo).

Esto no es algo que se pueda "deducir" con argumentos complicados, sino de una manera inmediata y directa, en el mismo momento en que dudo. Dudo, pienso, soy.

De esta primera verdad que conozco no me puede sacar nadie, ningún escéptico extravagante (dirá Descartes).

(Un par de aclaraciones relativas al vocabulario empleado: los escépticos son los que dudan de que el conocimiento sea posible. O sea: que sostienen que no hay conocimiento, ni ciencia, que nada podemos saber con seguridad ni en nuestras vidas ni en nuestras ciencias. Lo que es un asunto muy serio para los seres humanos. ¿No?

Otra cosa: "intuir" es captar una verdad evidente, es ver algo claro y distinto, indudable, según se dice en la primera regla del método. "Deducir", por su parte, es ir encadenando o eslabonando unas verdades con otras, ir trabando unas razones con otras para obtener razonamientos verdaderos.)


Y como pensando, soy, conozco también cuál es mi realidad esencial, mi naturaleza, mi definición: soy una cosa pensante (una "res cogitans"), una naturaleza, sustancia o realidad mental que consiste, por ahora, en los pensamientos o "ideas" que tiene, que pueden ser de muchos tipos.

De estas ideas he descubierto, primero, la idea de mí mismo, de mi ser personal como una realidad que piensa (pienso luego soy), pero, a continuación, puedo observar en mí otras ideas.

(Obsérvese que la definición de Descartes del ser humano como siendo una "cosa pensante" no está lejos de la definición antigua del ser humano, del que se decía que era un "animal racional", ni está lejos de la definición biológica del ser humano moderna, en la que el ser humano es clasificado como "homo sapiens".)
Lo único que sé con evidencia es que mi personalidad consiste en pensar, no (ni mucho menos) en poseer un cuerpo, aunque me duela.

La razón de esto es que decidí dudar de todo, es decir, que decidí sospechar acerca de los sentidos, y de las informaciones que éstos parece que me dan acerca de mi cuerpo y de otros cuerpos ajenos a mí o exteriores.

Es decir, que, ni más ni menos, decidí dudar de todo el mundo exterior (me pueden engañar los sentidos, puedo estar soñando sin saberlo, me puede tender una trampa malvada el genio maligno).

¿Qué ideas encuentro además en mi mente, aparte de esa verdad intuitiva de “pienso luego existo”?

Una de ellas es la idea de Dios, la idea de un ser infinito y perfecto, que no puede proceder de mí. No puede proceder de mí, en primer lugar, porque yo, que soy imperfecto (la prueba de ello es que he conocido mi existencia dudando; esto es, manifestando una imperfección de mi pensamiento, de mi inteligencia, de mi saber), yo no he podido engendrar algo perfecto.

La explicación de Descartes es algo más complicada, al respecto de este asunto de Dios, realmente. Depende de una especie de axioma o principio del pensamiento: que consiste en que Descartes supone que debe haber una especie de "proporción" o equivalencia entre la causa de un hecho y ese hecho (efecto, consecuencia).

Así, Dios, que es lo más grande (debemos recordar que la formación filosófica de Descartes es tradicional, cristiana, teológica), no puede venir de algo que sea inferior a Él, a Dios: en saber, en poder, en bondad.

Pero realmente no debemos ser creyentes para darnos cuenta de que algo de verdad existe en el argumento de Descartes: pues los seres humanos conocemos que tenemos límites, que no somos perfectos, ni mucho menos. De hecho, si la idea de Dios, que es un ser perfecto, infinito, que todo lo sabe y puede, hubiera venido de nuestras mentes, entonces ¿cómo es que nos hemos hecho tan mal, tan imperfectos? ¿Por qué? A lo peor es que no somos los arquitectos, sino que necesitamos de un Arquitecto!

Además, y éste también es un argumento fundamental o prueba filosófica que emplea Descartes para sostener que Dios existe: cuando pienso en lo que significa realmente el nombre o idea de Dios he de darme cuenta de que no puedo pensar más que en que tiene que existir. Algo perfecto como es Dios en su definición tiene que existir, porque si no... no es perfecto. El argumento puede ser tramposo, pero eso no viene ahora a cuento, sino que Descartes señala que tengo que reconocer que Dios va unido a su existencia con la misma evidencia con la que reconozco que un triángulo tiene (sus ángulos internos suman) 180 grados.

Una vez que conozco que Dios existe, resulta mucho más sencillo apuntalar mi conocimiento del mundo, mis ideas de la verdad, de la evidencia, de la claridad y la distinción, etc., de modo que mis razonamientos, bien ordenados o encadenados, sirven para construir un nuevo y firme edificio de la ciencia, en el que se incluye de manera fundamental la Física, el estudio de los cuerpos, del espacio y del movimiento, lo que Descartes denomina "res extensa".

Hemos de reconocer, sin embargo, que hemos llegado a un lugar filosófico extraño.


Estas son las razones:

a) En primer lugar porque el filósofo francés nos pidió que dudáramos de nuestra tradición, antes de pedirnos que dudáramos de nuestras facultades mentales, que dudáramos a fin de apuntalar bien el edificio de la ciencia. Eso supone, en principio, dejar de pensar en términos religiosos, teológicos, que era lo que había estado haciendo la filosofía tradicional: que había estado subordinando las teorías filosóficas a las necesidades de la fe religiosa Y ahora, vemos, para nuestra sorpresa, que Dios retorna al primer plano de la actualidad filosófica en Descartes.

b) En segundo lugar, ese Dios que ha sido demostrado filosóficamente le sirve a Descartes para que podamos dejar de dudar definitivamente; cuando la verdad es que habíamos empezado poniendo en duda absolutamente todo, sospechando absolutamente de todo, no creyendo en nada a fin de no ser engañados. Lo que está sosteniendo ahora el filósofo francés es que Dios garantiza que no nos equivoquemos. O sea: que Dios no es un genio maligno, sino que es un ser perfecto, y por eso no puede engañarnos en nuestras facultades mentales, cuando vemos el mundo, cuando nos hablamos, cuando efectuamos razonamientos, cuando meditamos, etc., etc.

Es decir: que si los sentidos me enseñan un mundo exterior, si veo algo más que mi propio pensamiento, si voy más allá de saber que "yo pienso, yo existo" y sé además que soy un cuerpo, que existen otros cuerpos y otros seres que piensan y existen, todo esto depende de que ese Dios perfectísimo me garantiza que mis conocimientos sean evidentes, es decir, me garantiza la primera regla del método.


Aquí está el problema. El método y sus reglas lo había aplicado Descartes primero a las matemáticas y luego a la filosofía, para obtener verdades firmes y fundamentales, para hacer crecer el "árbol de la ciencia". Una de las cosas a las que había aplicado la regla de la evidencia, y todas las demás del método, era a la idea o representación de Dios que tengo en mi mente, en mi espíritu.

Pues bien, la aplicación rigurosa del método había permitido concluir que Dios existe. Y, sin embargo, ahora, es ese mismo Dios, que yo he demostrado, el que demuestra que mis razonamientos, entre ellos el que lo demuestra, son correctos y verdaderos; el que demuestra que la regla de la evidencia sea verdadera y útil. Y esto es un círculo lógico, algo que no se puede permitir el pensamiento.

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