12 junio 2007

FILOSOFÍA 2º BACHILLERATO, MARIA ZAMBRANO, FINAL DEL TEXTO, EXPLICACION

(línea 100 y siguientes)

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Sin embargo, aún quedaron personas que se siguieron admirando de las cosas, que no quieren dominarlas o hacerles violencia a través de los conceptos: esto último es lo que hacen los filósofos.

Se trata de los poetas, que se podría decir que han renunciado a seguir el método dialéctico de Platón: que consiste en salir de la caverna, en ir de ideas en ideas, a través de ideas… hasta llegar a ideas.

Los poetas renuncian también a seguir el método de la filosofía moderna, el de Desacrtes, que a partir del pensamiento y de la duda lleva a la existencia (pienso luego existo). Es decir, que a partir de las matemáticas conduce al control científico de toda la naturaleza y la sociedad.

Se trata -para el poeta y para Zambrano- de respetar la verdad de las cosas, de dejarlas ser y mostrarlas como son: la razón poética que defiende Mª Zambrano es una razón más respetuosa con las cosas. En esto, la filósofa malagueña sigue a su maestro Ortega, que defiende la integración (suma, complementariedad) de la vida y de lo que se conoce como "razón pura" (matemática, científica, lógica... )

Para todo ello el poeta tiene que servirse de la admiración maravillada ante las cosas, la admiración que ha traicionado el filósofo, pero también debe servirse de su imaginación, de lo que sueña de día y de lo que sueña de noche.

Pero queremos tener también claridad acerca de las cosas del poeta. ¿Será esto posible? Parece, al principio, difícil, porque mientras que los filósofos buscan las unidades de los grandes conceptos (Ideas, Dios, Ser, Causa, Razón, Modo de producción, etc.) los poetas mestran la tendencia a quedarse en la superficie de las cosas, en su apariencia contradictoria, múltiple, heterogñenea.

Es decir, que una poesía contiene todo lo contrario que una obra filosófica, y nos resulta difícil poner de acuerdo esos dos tipos de discursos -la poesía y la filosofía- tan diferentes entre sí. Porque el filósofo, el científico, el matemático y el ingeniero tienen claro lo que desean hacer con las cosas: reducirlas a unidad, controlarlas, para poder aprovecharse de ellas e instrumentalizarlas mejor. El poeta hace justamente lo contrario: ama a las cosas, pero a todas y cada una de las cosas, y no se siente capaz de imponerles a esas cosas la violencia de las ideas o de su inteligencia: las quiere tal y como se muestran.

En todo esto el poeta está diciéndole sí a la vida, como se lo decía Ortega. Pero ni Platón ni los cristianos le decían sí a la vida: el primero buscando imponer la Idea objetiva del bien a la realidad y a la sociedad justa; los segundos intentando llegar a Dios, en esta vida o en la otra.

Entonces, si el filósofo busca claridad y unidad, ¿qué es lo que busca el poeta? ¿La oscuridad y la dispersión? No, en absoluto. Si eso fuera lo que buscan los poetas, no podríamos entenderlos, y en general comprendemos sus poemas bastante bien, y de lo que hablan: amor, alegría y tristeza, vida, muerte...

El poeta busca también conceptos (unidades, nombres comunes), pero que respeten las cosas: al nombrar las realidades, el poeta nos expresa un sentir común, y ahí está su concepto y su idea, para que podamos entenderlo, a él y a su poema. Pero dice Mª Zambrano que esa unidad que expresa el poeta es incompleta, modesta, precaria, humilde.

La razón poética, las palabras poéticas, manifiestan una actitud religiosa ante la realidad, no una actitud técnica y científica que quiere violentarlas, manipularlas, servirse de ellas. El poeta aspira a decir o expresar las cosas que son, la afirmación de la vida, pero tampoco puede desdeñar las cosas que no son, las realidades negativas, la angustia y la muerte. Es decir, la realidad de los poetas es más que la realidad de la filosofía y de los científicos, porque comprende la cara y la cruz de la relidad del mundo y de la relidad humana...

Todo eso cabe en el peculiar sistema de conceptos que maneja el poeta: las metáforas.

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