29 febrero 2008

FILOSOFIA 1º BACHILLERATO, CIENCIA, MITO, POESIA

Dos cuestiones:

1º Caben explicaciones científicas, lógicas, acerca de los sucesos; caben, también, narraciones míticas acerca de esos mismos sucesos. La poesía prolonga esas narraciones, y debe poner en juego nuestra inteligencia. Como muestra, una selección de poemas acerca del agua (uno de los elementos clásicos) que aparece en un número reciente de Revista de Occidente (un monográfico sobre el agua, por cierto). La presentación de los textos es de A. Sánchez Robayna.

2º La ciencia es lo contrario de la superstición. Cualquier cosa podrá ser dicha, libremente expresada, pero cualquier cosa no tendrá la misma respetabilidad científica. Se es libre de creer que Dios ha creado el mundo y sus especies (relato del Génesis). Pero no se es libre de creer en la teoría de la evolución, como no se es libre de creer en la Mecánica de Newton. ¿O no?

He aquí dos títulos:


26 febrero 2008

FILOSOFÍA, 2º BACHILLERATO, DESCARTES, CUARTA PARTE

¿De qué va la 4ª parte del Discurso del método?

Vayamos un poco al contexto histórico y cultural:

¿En qué se basa el conocimiento humano?

En la época moderna, en el tiempo histórico que comienza con el Renacimiento cultural, con la emergencia del poder de las ciencias (lo que luego se conocerá como revolución científica), con los descubrimientos geográficos y el surgimiento de los estados modernos (en la forma de monarquías absolutas), en esa época no se puede seguir pensando que nuestras ideas -creencias, teorías- acerca de cómo son las cosas, de cómo funciona el mundo, se fundamentan en la existencia de un Dios (en la fe y en la teología), al menos en principio.

Es en las solas fuerzas de la razón del ser humano donde deben encontrarse sus posibilidades de hacer ciencia, de conocer y poder controlar el mundo, el natural y el mundo que hacemos vivimos los seres humanos.

¿De qué manera se conoce, de qué manera se hace ciencia, se explica el mundo?

Podemos, es el camino que emprende Descartes, examinar el interior de la mente, considerando si hay allí alguna idea (las ideas constituyen el contenido de la mente, sus elementos) que pueda soportar la "duda metódica" a que deben ser sometidas todas nuestras creencias.

Esto no se efectúa en el vacío o porque sí, por mero capricho. Tiene su razón de ser en el hecho de que en las matemáticas encuentra Descartes la verdad y el rigor, la exactitud y el orden, que no halla en otros ámbitos del saber como la filosofía que le han enseñado. No es que todas las matemáticas resulten salvables e igual de válidas para Descartes, pero lo cierto es que allí encuentra las fuentes de su método, de sus reglas de evidencia y verdad, análisis, síntesis, enumeración... que va a extender luego a otros ámbitos, empezando por la filosofía, con el fin de unificar el campo de la ciencia como si de un árbol se tratara. Aplicando el método obtiene los fundamentos de las ciencia, las raíces o verdades metafísicas (dice él).

¿Qué es lo primero que Descartes conoce como seguro: después de haberlo puesto todo en duda (lo que se llama duda metódica), a fin de que no se le cuele ningún error, a fin de que no haya ningún resquicio en el edificio ordenado del saber?

Sabemos que encuentra motivos para dudar de los sentidos, que nos pueden engañar; sabemos, igualmente, que muchas veces resulta difícil distinguir nuestra vida normal cuando estamos despiertos de las cosas que vivimos (por así decirlo) cuando tenemos un sueño. ¿Por qué no pensar que nuestra vida sea un sueño, como en la obra de Calderón de la Barca?
Igualmente podemos suponer (el mismo Descartes, gran matemático, lo supone) que podemos equivocarnos a la hora de efectuar razonamientos matemáticos. Claro, por este motivo se precisa el cuarto precepto (regla, instrucción) del método que nuestro filósofo propone: a fin de que podamos enumerar, volver sobre los pasos, repasar para ver que no se ha omitido nada, que no se ha saltado ningún paso en el proceso de razonamiento.

Hasta incluso, finalmente, podemos imaginarnos que el universo está controlado no por un dios bondadoso (el de la religión cristiana) sino por un dios malvado o genio maligno que hace que me equivoque en cada una de las cosas que yo creo conocer.

Entonces, para no dejar que se me pase nada, he llegado a dudar de todo, mi duda se ha hecho "hiperbólica", es decir: extrema, exagerada. Pero no podemos olvidar que esta duda es sólo una herramienta, un instrumento, una duda "metódica" o procedimental que Descartes maneja con el fin de edificar el conocimiento científico y filosófico.

¿Es posible salir de ahí? ¿Es posible que poniéndolo todo en cuestión (entre paréntesis) me vaya a quedar algo claro... y distinto, evidente, verdadero, cierto, indudable, etc., etc., como es la pretensión del filósofo francés?

¿Y por qué no? Hemos de darnos cuenta de que si sólo sé que no sé nada (decía Sócrates, el maestro de Platón) algo por lo menos sé: que no sé nada. Vale. Se admite: es poco, pero algo es. Menos da...

Dudando de todo, lo único que resta como verdadero es mi pensamiento que duda (pues dudar consiste en pensar: en pensar si me quedo con esto o con lo otro, sin llegar a decidirme, suspendido en mi duda, como si estuviera columpiándome), y así "intuyo" o conozco inmediatamente que soy (pienso luego soy, existo).

Esto no es algo que se pueda "deducir" con argumentos complicados, sino -reiteremos- de una manera inmediata y directa, en el mismo momento en que dudo. Dudo, pienso, soy. De esta primera verdad que conozco no me puede sacar nadie, ningún escéptico extravagante (dirá Descartes).

Un par de aclaraciones: los escépticos son los que dudan de que el conocimiento sea posible. O sea: que sostienen que no hay conocimiento, ni ciencia, que nada podemos saber con seguridad ni en nuestras vidas ni en nuestras ciencias. Lo que es un asunto muy serio para los seres humanos. ¿No?

Otra cosa: "intuir" es captar una verdad evidente, es ver algo claro y distinto, indudable, según se dice en la primera regla del método. "Deducir", por su parte, es ir encadenando o eslabonando unas verdades con otras, ir trabando unas razones con otras para obtener razonamientos verdaderos. Podríamos hacer una comparación gráfica: intuir es como la bombilla sobre la cabeza, la luz que súbitamente se enciende en nuestro cerebro, Eureka! Deducir es algo más lento, más pesado, ordenado... metódico. Podría ser una sucesión de luces = de verdades evidentes unidas unas con otras, desde la primera a la última.

Volvamos a lo nuestro:

Y como pensando soy (¿cómo no voy a ser, a existir, si pienso; si en realidad es lo único que sé, lo único que soy?), conozco también cuál es mi realidad esencial, mi naturaleza, mi definición: soy una cosa pensante (una "res cogitans"), una naturaleza, sustancia o realidad mental que consiste, por ahora, en los pensamientos o "ideas" que tiene, que pueden ser de muchos tipos. De estas ideas he descubierto, primero, la idea de mí mismo, de mi ser como una realidad que piensa (pienso luego soy), pero, a continuación, puedo observar en mí otras ideas.

Obsérvese que la definición de Descartes del ser humano como siendo una "cosa pensante" no está lejos de la definición antigua del ser humano, del que se decía que era un "animal racional", ni está lejos de la definición biológica del ser humano moderna, en la que el ser humano es clasificado como "homo sapiens". Téngase en cuenta, por otro lado, que lo único que sé con evidencia es que mi personalidad consiste en pensar, no (ni mucho menos) en poseer un cuerpo, aunque me duela.

¿Esto por qué?

Debe ser evidente: porque decidí dudar de todo, es decir, que decidí sospechar acerca de los sentidos, y de las informaciones que éstos parece que me dan acerca de mi cuerpo y de otros cuerpos ajenos a mí o exteriores. Es decir, que, ni más ni menos, decidí dudar de todo el mundo exterior (me pueden engañar los sentidos, puedo estar soñando sin saberlo, me puede tender una trampa malvada el genio maligno).

No nos perdamos: ¿Qué ideas encuentro en mi mente?

Una de ellas es la idea de Dios, la idea de un ser infinito y perfecto, que no puede proceder de mí. Y no puede proceder de mí, en primer lugar, porque yo, que soy imperfecto (la prueba de ello es que he conocido mi existencia dudando; esto es, manifestando una imperfección de mi pensamiento, de mi inteligencia, de mi saber), yo no he podido engendrar algo perfecto. La explicación de Descartes es algo más complicada, al respecto de este asunto de Dios, realmente. Depende de una especie de axioma o principio del pensamiento: que consiste en que Descartes supone que debe haber una especie de "proporción" o equivalencia entre la causa de un hecho y ese hecho (efecto, consecuencia). Así, Dios, que es lo más grande (debemos recordar que la formación filosófica de Descartes es tradicional, cristiana, teológica), no puede venir de algo que sea inferior a Él, a Dios: en saber, en poder, en bondad.

Pero realmente no debemos ser creyentes para darnos cuenta de que algo de verdad existe en el argumento de Descartes: pues los seres humanos conocemos que tenemos límites, que no somos perfectos, ni mucho menos. De hecho, si la idea de Dios, que es un ser perfecto, infinito, que todo lo sabe y puede, hubiera venido de nuestras mentes, entonces, dice Descartes, ¿cómo es que nos hemos hecho tan mal, tan imperfectos? Es como tener el plan de la casa de nuestros sueños... y hacer en su lugar un engendro. ¿Por qué? A lo peor es que no éramos arquitectos!

Además, y éste también es un argumento fundamental o prueba filosófica que emplea Descartes para sostener que Dios existe: cuando pienso en lo que significa realmente el nombre o idea de Dios he de darme cuenta de que no puedo pensar más que en que no puede no existir. ¿Cómo? Sí, que tiene que existir. ¿Cómo es eso? Muy sencillo: algo perfecto tiene que existir, porque si no... no es perfecto. El argumento puede ser tramposo, pero eso no viene ahora a cuento, sino que Descartes señala (esto sí viene a cuento) que tengo que reconocer que Dios va unido a su existencia con la misma evidencia con la que reconozco que un triángulo tiene (sus ángulos internos suman) 180 grados.

Simplificando, una vez que conozco que Dios existe, resulta mucho más sencillo apuntalar (asegurar, avalar, garantizar) mi conocimiento del mundo, mis ideas de la verdad, de la evidencia, de la claridad y la distinción, etc., de modo que mis razonamientos, bien ordenados o encadenados, sirven para construir un nuevo y firme edificio de la ciencia, en el que se incluye de manera fundamental la Física, el estudio de los cuerpos, del espacio y del movimiento, lo que Descartes denomina "res extensa".

Hemos de reconocer, sin embargo, que hemos llegado a un lugar filosófico extraño, por dos razones, como mínimo:

a) En primer lugar porque el filósofo francés nos pidió que dudáramos de nuestra tradición, antes de pedirnos que dudáramos de nuestras facultades mentales, que dudáramos a fin de apuntalar bien el edificio de la ciencia. Eso supone, en principio, dejar de pensar en términos religiosos, teológicos, que era lo que había estado haciendo la filosofía tradicional: que había estado subordinando las teorías filosóficas a las necesidades de la fe. Y ahora, vemos, para nuestra filosófica sorpresa, que Dios retorna al primer plano de la actualidad filosófica en Descartes. Algo extraño. De verdad.

b) En segundo lugar ese Dios que ha sido demostrado filosóficamente le sirve a Descartes para que podamos dejar de dudar definitivamente; cuando la verdad es que habíamos empezado poniendo en duda absolutamente todo, sospechando absolutamente de todo, no creyendo en nada a fin de no ser engañados. Si esto lo ponemos en positivo, lo que está sosteniendo ahora el filósofo francés es que Dios garantiza que no nos equivoquemos. O sea: que Dios no es un genio maligno, sino que es un ser perfecto, y por eso no puede engañarnos en nuestras facultades mentales, cuando vemos el mundo, cuando nos hablamos, cuando efectuamos razonamientos, cuando meditamos, etc., etc. Es decir: que si los sentidos me enseñan un mundo exterior, si veo algo más que mi propio pensamiento, si voy más allá de saber que "yo pienso, yo existo" y sé además que soy un cuerpo, que existen otros cuerpos y otros seres que piensan y existen, todo esto depende de que ese Dios perfectísimo me garantiza que mis conocimientos sean evidentes, es decir, me garantiza la primera regla del método. Y aquí está el problema. Porque el método y sus reglas lo había aplicado Descartes primero a las matemáticas y luego a la filosofía, para obtener verdades firmes y fundamentales, para hacer crecer el "árbol de la ciencia". Una de las cosas a las que había aplicado la regla de la evidencia, y todas las demás del método, era a la idea o representación de Dios que tengo en mi mente, en mi espíritu. Pues bien, la aplicación rigurosa del método había permitido concluir que Dios existe.

Y, sin embargo, ahora, es ese mismo Dios, que yo he demostrado, el que demuestra que mis razonamientos, entre ellos el que lo demuestra, son correctos y verdaderos; el que demuestra que la regla de la evidencia sea verdadera y útil. Y esto es un círculo lógico, algo que no se puede permitir el pensamiento. ¿Cómo ha ocurrido?

24 febrero 2008

ETICA 4º ESO B, ETICA Y FILOSOFIA

Como ya hacemos en 1º de bachillerato, vamos a utilizar algunos posts del blog de Víctor Gómez Pin.

ANTROPOLOGIA 2º BACHILLERATO, ¿CHOQUES CULTURALES?

El caso danés.

Enrique Serbeto, en Abc, 24 de febrero de 2008.

FILOSOFIA 1º BACHILLERATO, LA CIENCIA Y EL MITO DE LA CREACION

MANUEL SOLER El país 23 de febrero de 2008

¿Desciende el hombre del mono?

FILOSOFIA 2º BACHILLERATO, DESCARTES VS. HUME

¿En qué se basa el conocimiento humano?

En la época moderna no se puede seguir pensando que nuestras ideas de cómo son las cosas, de cómo funciona el mundo, se fundamentan en la existencia de un Dios (en la fe y en la teología), al menos en principio. Es en las solas fuerzas de la razón del ser humano donde deben encontrarse sus posibilidades de hacer ciencia, de conocer y poder controlar el mundo, el natural y el mundo que hacemos vivimos los seres humanos.

¿De qué manera se conoce?

Podemos, es el camino que emprende Descartes, examinar el interior de la mente, considerando si hay allí alguna idea (las ideas constituyen el contenido de la mente) que pueda soportar la duda metódica a que deben ser sometidas todas nuestras creencias.

Esto no se efectúa en el vacío o porque sí, por mero capricho. Tiene su razón de ser en el hecho de que en las matemáticas encuentra Descartes la verdad y el rigor, la exactitud y el orden, que no halla en otros ámbitos del saber como la filosofía que le han enseñado. No es que todas las matemáticas resulten salvables e igual de válidas para Descartes, pero lo cierto es que allí encuentra las fuentes de su método, de sus reglas de evidencia y verdad, análisis, síntesis, enumeración... que va a extender luego a otros ámbitos, empezando por la filosofía, con el fin de unificar el campo de la ciencia como si de un árbol se tratara. Aplicando el método obtiene los fundamentos de las ciencia, las raíces o verdades metafísicas (dice él).

¿Qué es lo primero que Descartes conoce como seguro: después de haberlo puesto todo en duda (lo que se llama duda metódica), a fin de que no se le cuele ningún error, a fin de que no haya ningún resquicio en el edificio ordenado del saber?

Dudando de todo, lo único que resta como verdadero es mi pensamiento que duda, y así intuyo o conozco inmediatamente que soy (pienso luego soy, existo).

Esto no es algo que se pueda deducir con argumentos complicados, sino -reiteremos- de una manera inmediata y directa, en el mismo momento en que dudo. Dudo, pienso, soy. De esta primera verdad que conozco no me puede sacar nadie, ningún escéptico extravagante (dirá Descartes).

Y como pensando soy, conozco también cuál es mi realidad esencial: soy una cosa pensante (una res cogitans), una sustancia o realidad mental que consiste, por ahora, en los pensamientos o ideas que tiene, que pueden ser de muchos tipos. De estas ideas he descubierto, primero, la idea de mí mismo (pienso luego soy), pero, a continuación, puedo observar en mí otras ideas.

Una de ellas es la idea de Dios, la idea de un ser infinito y perfecto, que no puede proceder de mí. Y no puede proceder de mí, en primer lugar, porque yo, que soy imperfecto (la prueba de ello es que he conocido mi existencia dudando; esto es, manifestando una imperfección de mi pensamiento), no he podido engendrar algo perfecto. La explicación de Descartes es algo más complicada, al respecto de este asunto de Dios.

Simplificando, una vez que conozco que Dios existe, resulta mucho más sencillo apuntalar mi conocimiento del mundo, mis ideas de la verdad, de la evidencia, de la claridad y la distinción, etc., de modo que mis razonamientos, bien ordenados o encadenados, sirven para construir un nuevo y firme edificio de la ciencia, en el que se incluye de manera fundamental la Física, el estudio de los cuerpos, del espacio y del movimiento, lo que Descartes denomina res extensa.

Pues bien, este punto de la Física es esencial. La ciencia moderna consiste, fundamentalmente, en el conocimiento de las leyes del movimiento de los cuerpos, en las leyes que regulan los fenómenos de los cuerpos dotados de masa, que se mueven e interaccionan en el espacio y en el tiempo. La Física de Newton significa la culminación de todos los trabajos anteriores (Galileo, Kepler, el mismo Descartes, etc.). El modelo de esa ciencia sigue siendo las matemáticas, ciertamente.

A Hume, que se fija en ese modelo de la Física de Newton, a fin de trasladar su método a los asuntos humanos, el conocimiento y la moral, le corresponde un modo de explicar el origen y los límites del conocimiento que, aunque emplee casi las mismas palabras que Descartes, va a ir en una dirección completamente distinta. Hasta se puede decir que las matemáticas quedan como una parte del conocimiento no demasiado importante... por lo menos a la hora de explicar cómo se asocian las ideas en el interior de la mente humana, y también como funcionan las pasiones que mueven el corazón de los hombres que viven en sociedad. Las matemáticas y la lógica, a partir de las cuales Descartes construye su método para hallar la verdad en todo el campo del saber, designan para Hume meras "relaciones de ideas", que son verdaderas, sí, pero que no añaden nada a nuestro conocimiento del mundo, a las "cuestiones de hecho".

¿Qué es, entonces, lo que le falta a Descartes, según Hume?

Le falta darse cuenta, diríamos, dirá Hume, que las "ideas", que son los objetos de la mente, sólo tienen un sentido si proceden de o copian alguna "impresión". Es decir, que las ideas sólo valen si están relacionadas con alguna experiencia, con los datos que aportan los sentidos. Esto significa que quizás tengamos que deshacernos de algunas ideas muy apreciables para un filósofo racionalista como Descartes, empezando por la idea del yo o de la mente que tiene Descartes, siguiendo por la idea de Dios y terminando por la existencia del mundo exterior y de esos cuerpos que ocupan el espacio. Sostendrá Hume que no hay manera de justificar las experiencias o impresiones de las que derivan estos conceptos (yo, mente, Dios, cuerpos exteriores, sustancias, etc.) que Descartes va obteniendo solamente con su reflexión personal, mirando en su interior, en el contenido de su mente.

Entonces, ¿podemos conocer algo de manera correcta, adecuada, perfecta, científica... ? ¿O quizás debemos abandonarnos a ese punto de vista escéptico, de que nada se puede conocer, que era de donde partía Descartes para demostrar que sí se podía conocer algo?

Es evidente que Hume no puede admitir que vamos a conocer las cosas de una manera exacta y racional, y por lo tanto nos vamos a tener que contentar con las impresiones de las cosas, con un conocimiento aproximado de las cosas, de cómo se manifiestan en los sentidos (nuestra vista, nuestro oído), en lo que se denomina fenómenos. Pero esto no tiene que significar que el conocimiento o la ciencia sean imposibles, sino que los límites de nuestra inteligencia existen y tenemos que conocerlos: si no tenemos experiencias sensoriales (impresiones) que correspondan a nuestros conceptos entonces. es mejor que no perdamos el tiempo.

Así que la filosofía de Descartes, que sólo se basa en esas reflexiones o meditaciones puramente racionales se puede decir que representará una pérdida de tiempo y una falta de sentido, y mejor es echar esos conceptos al fuego.

En resumen, nuestras ideas no se encadenan matemáticamente, nuestro cerebro nos es un ordenador o máquina lógica (así hablaríamos nosotros desde nuestro tiempo) sino que, sin que podamos decir cómo, son las ideas las que se asocian en nuestra mente según ciertas leyes (semejanza de ideas, cercanía espaciotemporal de ideas, relación de causalidad), y según la costumbre. Esa costumbre o hábito adquirido de que unas impresiones se sucedan regularmente unas a otras es muy útil para desenvolvernos por el mundo y poder prever con bastante aproximación lo que va a suceder: suponemos que mañana saldrá el sol, que tras la puerta de la calle se encuentra la calle y no el abismo, que sí jugamos al billar la bola blanca que lanzamos fuertemente a impactar con tal bola de color no se va a girar enrabietada a embestirnos, etc. Pero esto depende sólo de cosas que hemos visto, que nos han impresionado, que han dejado huellas en nosotros (que denominamos ideas), de manera que por la costumbre de ver cosas semejantes vamos adquiriendo al idea de que hay un orden en el mundo (también en las relaciones entre los seres humanos). Pero ese orden es del hábito (lo que sabemos que ha pasado antes, porque lo hemos visto, o por el testimonio), reiteremos, y no tiene nada que ver con el orden matemático puramente racional o intelectual que podía defender Descartes.

18 febrero 2008

ANTROPOLOGIA 2º BACHILLERATO, TEXTO SOBRE INTEGRACION E INMIGRACION

Un texto de M. R. Sahuquillo en El país, 16 de febrero: "Integración, sí; asimilación, no".

15 febrero 2008

FILOSOFIA 1º BACHILLERATO, MITOS Y CIENCIAS

Leemos:

Un texto de Michel Serres ("Génesis") en Revista de Occidente, nº 306, noviembre de 2006.

11 febrero 2008

ETICA 4º ESO B, ETICA Y DIGNIDAD HUMANA

Enlazo aquí un reportaje que apareció ayer 10 de febrero en Crónica, suplemento del diario El mundo: acerca de la pervivencia de la esclavitud. Muy cerca de aquí.

Nota: Foto de J. Ferrer. Si no me equivoco.

10 febrero 2008

FILOSOFIA 1º BACHILLERATO, CIENCIA, EVOLUCION, CREACIONISMO

Según el Magazine del diario El mundo.

¿Son racionalmente comparables las ciencias y las leyendas?

¿Qué decir de las religiones, de los mitos?

¿Qué diferencia hay entre la razón y la fe religiosa?

(Darwin, de mono)

ETICA 4º ESO B, ETICA Y SOLIDARIDAD

Aquí hay dos textos, que deben servirnos para reflexionar (como datos para la reflexión) acerca de qué quermos decir cuando pronunciamos la palabra "solidaridad". Debe señalar nuestra preocupación por los demás seres humanos, si de verdad quiere significar algo. Nuestra preocupación con independencia del color, la cultura, la religión, etc.

Los dos textos (sobre el mismo tema: la realidad africana actual) aparecen en el diario El país:

Uno es de Moisés Naím, político, economista, profesor y editor.

El otro de M. A. Moratinos, ministro español de Asuntos Exteriores.

Me interesa observar (que observes) el diferente tono de los dos artículos.

06 febrero 2008

FILOSOFIA, 1º BACHILLERATO, CIENCIA Y HOMBRE


Seguimos, al hilo del blog de V. Gómez Pin (en la fotografía, de joven), viendo los conceptos que debemos tener en cuenta si queremos entender las cosas: de la física a la biología, y de ésta a lo propiamente humano: el lenguaje, la razón, la filosofía---

Consideremos el blog del Catedrático de la Autónoma como un curso, de muy buen nivel, de Introducción a la Filosofía---

ANTROPOLOGIA, 2º BACHILLERATO, CULTURA Y HUMANIDAD


¿Qué diferencia propiamente a los seres humanos?

¿Qué tienen de diferente de los animales, por una parte, y de los dioses (supuestos), por otra?

Antes de que la Antropología surgiera como ciencia, al hilo del conocimiento de otras culturas facilitado por las exploraciones geográficas y los procesos imperialistas de colonización, estas cuestiones se habían planteado desde la filosofía y desde la mitología.

A propósito de la mitología, podemos ver el tratamiento en sentido antropológico del mito de Prometeo que efectúa J.-P. Vernant en "El mundo de los humanos", un capítulo de su libro El universo, los dioses, los hombres.