24 febrero 2008

FILOSOFIA 2º BACHILLERATO, DESCARTES VS. HUME

¿En qué se basa el conocimiento humano?

En la época moderna no se puede seguir pensando que nuestras ideas de cómo son las cosas, de cómo funciona el mundo, se fundamentan en la existencia de un Dios (en la fe y en la teología), al menos en principio. Es en las solas fuerzas de la razón del ser humano donde deben encontrarse sus posibilidades de hacer ciencia, de conocer y poder controlar el mundo, el natural y el mundo que hacemos vivimos los seres humanos.

¿De qué manera se conoce?

Podemos, es el camino que emprende Descartes, examinar el interior de la mente, considerando si hay allí alguna idea (las ideas constituyen el contenido de la mente) que pueda soportar la duda metódica a que deben ser sometidas todas nuestras creencias.

Esto no se efectúa en el vacío o porque sí, por mero capricho. Tiene su razón de ser en el hecho de que en las matemáticas encuentra Descartes la verdad y el rigor, la exactitud y el orden, que no halla en otros ámbitos del saber como la filosofía que le han enseñado. No es que todas las matemáticas resulten salvables e igual de válidas para Descartes, pero lo cierto es que allí encuentra las fuentes de su método, de sus reglas de evidencia y verdad, análisis, síntesis, enumeración... que va a extender luego a otros ámbitos, empezando por la filosofía, con el fin de unificar el campo de la ciencia como si de un árbol se tratara. Aplicando el método obtiene los fundamentos de las ciencia, las raíces o verdades metafísicas (dice él).

¿Qué es lo primero que Descartes conoce como seguro: después de haberlo puesto todo en duda (lo que se llama duda metódica), a fin de que no se le cuele ningún error, a fin de que no haya ningún resquicio en el edificio ordenado del saber?

Dudando de todo, lo único que resta como verdadero es mi pensamiento que duda, y así intuyo o conozco inmediatamente que soy (pienso luego soy, existo).

Esto no es algo que se pueda deducir con argumentos complicados, sino -reiteremos- de una manera inmediata y directa, en el mismo momento en que dudo. Dudo, pienso, soy. De esta primera verdad que conozco no me puede sacar nadie, ningún escéptico extravagante (dirá Descartes).

Y como pensando soy, conozco también cuál es mi realidad esencial: soy una cosa pensante (una res cogitans), una sustancia o realidad mental que consiste, por ahora, en los pensamientos o ideas que tiene, que pueden ser de muchos tipos. De estas ideas he descubierto, primero, la idea de mí mismo (pienso luego soy), pero, a continuación, puedo observar en mí otras ideas.

Una de ellas es la idea de Dios, la idea de un ser infinito y perfecto, que no puede proceder de mí. Y no puede proceder de mí, en primer lugar, porque yo, que soy imperfecto (la prueba de ello es que he conocido mi existencia dudando; esto es, manifestando una imperfección de mi pensamiento), no he podido engendrar algo perfecto. La explicación de Descartes es algo más complicada, al respecto de este asunto de Dios.

Simplificando, una vez que conozco que Dios existe, resulta mucho más sencillo apuntalar mi conocimiento del mundo, mis ideas de la verdad, de la evidencia, de la claridad y la distinción, etc., de modo que mis razonamientos, bien ordenados o encadenados, sirven para construir un nuevo y firme edificio de la ciencia, en el que se incluye de manera fundamental la Física, el estudio de los cuerpos, del espacio y del movimiento, lo que Descartes denomina res extensa.

Pues bien, este punto de la Física es esencial. La ciencia moderna consiste, fundamentalmente, en el conocimiento de las leyes del movimiento de los cuerpos, en las leyes que regulan los fenómenos de los cuerpos dotados de masa, que se mueven e interaccionan en el espacio y en el tiempo. La Física de Newton significa la culminación de todos los trabajos anteriores (Galileo, Kepler, el mismo Descartes, etc.). El modelo de esa ciencia sigue siendo las matemáticas, ciertamente.

A Hume, que se fija en ese modelo de la Física de Newton, a fin de trasladar su método a los asuntos humanos, el conocimiento y la moral, le corresponde un modo de explicar el origen y los límites del conocimiento que, aunque emplee casi las mismas palabras que Descartes, va a ir en una dirección completamente distinta. Hasta se puede decir que las matemáticas quedan como una parte del conocimiento no demasiado importante... por lo menos a la hora de explicar cómo se asocian las ideas en el interior de la mente humana, y también como funcionan las pasiones que mueven el corazón de los hombres que viven en sociedad. Las matemáticas y la lógica, a partir de las cuales Descartes construye su método para hallar la verdad en todo el campo del saber, designan para Hume meras "relaciones de ideas", que son verdaderas, sí, pero que no añaden nada a nuestro conocimiento del mundo, a las "cuestiones de hecho".

¿Qué es, entonces, lo que le falta a Descartes, según Hume?

Le falta darse cuenta, diríamos, dirá Hume, que las "ideas", que son los objetos de la mente, sólo tienen un sentido si proceden de o copian alguna "impresión". Es decir, que las ideas sólo valen si están relacionadas con alguna experiencia, con los datos que aportan los sentidos. Esto significa que quizás tengamos que deshacernos de algunas ideas muy apreciables para un filósofo racionalista como Descartes, empezando por la idea del yo o de la mente que tiene Descartes, siguiendo por la idea de Dios y terminando por la existencia del mundo exterior y de esos cuerpos que ocupan el espacio. Sostendrá Hume que no hay manera de justificar las experiencias o impresiones de las que derivan estos conceptos (yo, mente, Dios, cuerpos exteriores, sustancias, etc.) que Descartes va obteniendo solamente con su reflexión personal, mirando en su interior, en el contenido de su mente.

Entonces, ¿podemos conocer algo de manera correcta, adecuada, perfecta, científica... ? ¿O quizás debemos abandonarnos a ese punto de vista escéptico, de que nada se puede conocer, que era de donde partía Descartes para demostrar que sí se podía conocer algo?

Es evidente que Hume no puede admitir que vamos a conocer las cosas de una manera exacta y racional, y por lo tanto nos vamos a tener que contentar con las impresiones de las cosas, con un conocimiento aproximado de las cosas, de cómo se manifiestan en los sentidos (nuestra vista, nuestro oído), en lo que se denomina fenómenos. Pero esto no tiene que significar que el conocimiento o la ciencia sean imposibles, sino que los límites de nuestra inteligencia existen y tenemos que conocerlos: si no tenemos experiencias sensoriales (impresiones) que correspondan a nuestros conceptos entonces. es mejor que no perdamos el tiempo.

Así que la filosofía de Descartes, que sólo se basa en esas reflexiones o meditaciones puramente racionales se puede decir que representará una pérdida de tiempo y una falta de sentido, y mejor es echar esos conceptos al fuego.

En resumen, nuestras ideas no se encadenan matemáticamente, nuestro cerebro nos es un ordenador o máquina lógica (así hablaríamos nosotros desde nuestro tiempo) sino que, sin que podamos decir cómo, son las ideas las que se asocian en nuestra mente según ciertas leyes (semejanza de ideas, cercanía espaciotemporal de ideas, relación de causalidad), y según la costumbre. Esa costumbre o hábito adquirido de que unas impresiones se sucedan regularmente unas a otras es muy útil para desenvolvernos por el mundo y poder prever con bastante aproximación lo que va a suceder: suponemos que mañana saldrá el sol, que tras la puerta de la calle se encuentra la calle y no el abismo, que sí jugamos al billar la bola blanca que lanzamos fuertemente a impactar con tal bola de color no se va a girar enrabietada a embestirnos, etc. Pero esto depende sólo de cosas que hemos visto, que nos han impresionado, que han dejado huellas en nosotros (que denominamos ideas), de manera que por la costumbre de ver cosas semejantes vamos adquiriendo al idea de que hay un orden en el mundo (también en las relaciones entre los seres humanos). Pero ese orden es del hábito (lo que sabemos que ha pasado antes, porque lo hemos visto, o por el testimonio), reiteremos, y no tiene nada que ver con el orden matemático puramente racional o intelectual que podía defender Descartes.

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