Un
posible esquema de la II Parte del Discurso
del método:
Descartes
empieza empleando (en
la II parte de su obra Discurso
del método,
que es lo primero que vamos a estudiar)
comparaciones que tienen que ver con el urbanismo y la arquitectura,
con las leyes que sirven para gobernar los estados, con la
religión.
Pero no vayamos a pensar que su interés es el de
ser un ingeniero urbanista, un arquitecto o un legislador. Está
haciendo comparaciones que le interesan para aquello que de verdad
le importa, con el fin de ilustrar su tesis de que es necesario un
método adecuado que de unidad, que unifique los procedimientos de
la filosofía y la ciencia. Y lo que de verdad le importa es
la
"construcción" de una ciencia perfecta y satisfactoria,
una ciencia que no puede ser "edificada" por muchas
manos.
Porque si intervienen muchas manos y muchas cabezas,
entonces, las opiniones pueden ser diversas, diferentes,
contradictorias, y producir un desorden que no puede permitirse en
el ámbito de la ciencia, la cual tiene que ser rigurosa, exacta,
ordenada...
Pero sabemos que la inteligencia humana tiene que
fijarse en lo que ya han hecho otros, aunque sea para descartarlo si
no vale, así que el filósofo francés se pone a buscar en sus
enseñanzas (en las cosas que ha ido aprendiendo en su educación),
a ver si encuentra algo que le sirva como un método adecuado que dé
unidad a la filosofía y la ciencia.
Así que vemos que ese
método lo encuentra en la forma de utilizar la razón por parte de
los geómetras y los algebristas, de los matemáticos en general,
porque los matemáticos son, parece, los únicos capaces de llegar a
conclusiones razonas, a deducciones o demostraciones.
El
método (sus reglas: evidencia, análisis, síntesis, enumeración)
se inspira en las matemáticas; entonces vamos a asegurarnos de que
esto es así, vamos a utilizar ese método en las matemáticas, dice
Descartes, no sea que nos hayamos apresurado a establecer sus reglas
(las del método).
Pero como el método le sirve, en efecto,
a Descartes para descubrir nuevos teoremas matemáticos, entonces
puede estar tranquilo por ese lado: porque el método rinde
fruto.
A René Descartes no le importan las matemáticas por
sí mismas (aunque también), sino que considera que pueden ser una
especie de brain training para hallar las verdades más básicas,
se
trata de las verdades más básicas que solamente la filosofía, la
metafísica escribe Descartes, puede encontrar; verdades acerca del
alma, de Dios, del mundo... que son las que se van descubriendo con
la aplicación del método en la parte cuarta del texto.
En
la II parte del texto se ve el método y las cuatro reglas que
contiene...En
la IV parte se muestra la aplicación del método que permite que se
vayan adquiriendo las verdades filosóficas fundamentales.
Parte IV:
Aplicando
el método obtiene los fundamentos de las ciencia, las raíces o
verdades metafísicas (dice él).
¿Qué es lo primero que
Descartes conoce como seguro: después de haberlo puesto todo en duda
(lo que se llama duda metódica), a fin de que no se le cuele ningún
error, a fin de que no haya ningún resquicio en el edificio ordenado
del saber?
Sabemos que encuentra motivos para dudar de los
sentidos, que nos pueden engañar; sabemos, igualmente, que muchas
veces resulta difícil distinguir nuestra vida normal cuando estamos
despiertos de las cosas que vivimos (por así decirlo) cuando tenemos
un sueño. ¿Por qué no pensar que nuestra vida sea un sueño, como
en la obra de Calderón de la Barca? Igualmente podemos suponer (el
mismo Descartes, gran matemático, lo supone) que podemos
equivocarnos a la hora de efectuar razonamientos matemáticos. Claro,
por este motivo se precisa el cuarto precepto (regla, instrucción)
del método que nuestro filósofo propone: a fin de que podamos
enumerar, volver sobre los pasos, repasar para ver que no se ha
omitido nada, que no se ha saltado ningún paso en el proceso de
razonamiento.
Hasta incluso, finalmente, podemos imaginarnos
que el universo está controlado no por un dios bondadoso (el de la
religión cristiana) sino por un dios malvado o genio maligno que
hace que me equivoque en cada una de las cosas que yo creo
conocer.
Entonces, para no dejar que se me pase nada, he
llegado a dudar de todo, mi duda se ha hecho "hiperbólica",
es decir: extrema, exagerada. Pero no podemos olvidar que esta duda
es sólo una herramienta, un instrumento, una duda "metódica"
o procedimental que Descartes maneja con el fin de edificar el
conocimiento científico y filosófico.
¿Es posible salir de
ahí? ¿Es posible que poniéndolo todo en cuestión (entre
paréntesis) me vaya a quedar algo claro... y distinto, evidente,
verdadero, cierto, indudable, etc., etc., como es la pretensión del
filósofo francés?
¿Y por qué no?
Hemos de darnos
cuenta de que si sólo sé que no sé nada (decía Sócrates, el
maestro de Platón) algo por lo menos sé: que no sé nada. Vale. Se
admite: es poco, pero algo es. Menos da...
Dudando de todo, lo
único que resta como verdadero es mi pensamiento que duda (pues
dudar consiste en pensar: en pensar si me quedo con esto o con lo
otro, sin llegar a decidirme, suspendido en mi duda, como si
estuviera columpiándome), y así "intuyo" o conozco
inmediatamente que soy (pienso luego soy, existo).
Esto no es
algo que se pueda "deducir" con argumentos complicados,
sino -reiteremos- de una manera inmediata y directa, en el mismo
momento en que dudo. Dudo, pienso, soy.
De esta primera verdad
que conozco no me puede sacar nadie, ningún escéptico extravagante
(dirá Descartes).
Un par de aclaraciones: los escépticos son
los que dudan de que el conocimiento sea posible. O sea: que
sostienen que no hay conocimiento, ni ciencia, que nada podemos saber
con seguridad ni en nuestras vidas ni en nuestras ciencias. Lo que es
un asunto muy serio para los seres humanos. ¿No?
Otra cosa:
"intuir" es captar una verdad evidente, es ver algo claro y
distinto, indudable, según se dice en la primera regla del método.
"Deducir", por su parte, es ir encadenando o eslabonando
unas verdades con otras, ir trabando unas razones con otras para
obtener razonamientos verdaderos.
Podríamos hacer una
comparación gráfica: intuir es como la bombilla sobre la cabeza, la
luz que súbitamente se enciende en nuestro cerebro, Eureka! Deducir
es algo más lento, más pesado, ordenado... metódico. Podría ser
una sucesión de luces = de verdades evidentes unidas unas con otras,
desde la primera a la última.
Volvamos a lo nuestro:
Y
como pensando soy (¿cómo no voy a ser, a existir, si pienso; si en
realidad es lo único que sé, lo único que soy?), conozco también
cuál es mi realidad esencial, mi naturaleza, mi definición: soy una
cosa pensante (una "res cogitans"), una naturaleza,
sustancia o realidad mental que consiste, por ahora, en los
pensamientos o "ideas" que tiene, que pueden ser de muchos
tipos.
De estas ideas he descubierto, primero, la idea de mí
mismo, de mi ser como una realidad que piensa (pienso luego soy),
pero, a continuación, puedo observar en mí otras ideas.
Obsérvese
que la definición de Descartes del ser humano como siendo una "cosa
pensante" no está lejos de la definición antigua del ser
humano, del que se decía que era un "animal racional", ni
está lejos de la definición biológica del ser humano moderna, en
la que el ser humano es clasificado como "homo
sapiens".
Téngase en cuenta, por otro lado, que lo único
que sé con evidencia es que mi personalidad consiste en pensar, no
(ni mucho menos) en poseer un cuerpo, aunque me duela.
¿Esto
por qué? Debe ser evidente: porque decidí dudar de todo, es decir,
que decidí sospechar acerca de los sentidos, y de las informaciones
que éstos parece que me dan acerca de mi cuerpo y de otros cuerpos
ajenos a mí o exteriores.
Es decir, que, ni más ni menos,
decidí dudar de todo el mundo exterior (me pueden engañar los
sentidos, puedo estar soñando sin saberlo, me puede tender una
trampa malvada el genio maligno).
No nos perdamos:
¿Qué
ideas encuentro en mi mente?
Una de ellas es la idea de Dios,
la idea de un ser infinito y perfecto, que no puede proceder de mí.
Y no puede proceder de mí, en primer lugar, porque yo, que soy
imperfecto (la prueba de ello es que he conocido mi existencia
dudando; esto es, manifestando una imperfección de mi pensamiento,
de mi inteligencia, de mi saber), yo no he podido engendrar algo
perfecto.
La explicación de Descartes es algo más
complicada, al respecto de este asunto de Dios, realmente. Depende de
una especie de axioma o principio del pensamiento: que consiste en
que Descartes supone que debe haber una especie de "proporción"
o equivalencia entre la causa de un hecho y ese hecho (efecto,
consecuencia).
Así, Dios, que es lo más grande (debemos
recordar que la formación filosófica de Descartes es tradicional,
cristiana, teológica), no puede venir de algo que sea inferior a Él,
a Dios: en saber, en poder, en bondad.
Pero realmente no
debemos ser creyentes para darnos cuenta de que algo de verdad existe
en el argumento de Descartes: pues los seres humanos conocemos que
tenemos límites, que no somos perfectos, ni mucho menos. De hecho,
si la idea de Dios, que es un ser perfecto, infinito, que todo lo
sabe y puede, hubiera venido de nuestras mentes, entonces, dice
Descartes, ¿cómo es que nos hemos hecho tan mal, tan imperfectos?
Es como tener el plan de la casa de nuestros sueños... y hacer en su
lugar un engendro. ¿Por qué? A lo peor es que no éramos
arquitectos!
Además, y éste también es un argumento
fundamental o prueba filosófica que emplea Descartes para sostener
que Dios existe: cuando pienso en lo que significa realmente el
nombre o idea de Dios he de darme cuenta de que no puedo pensar más
que en que no puede no existir.
¿Cómo? Sí, que tiene que
existir. ¿Cómo es eso? Muy sencillo: algo perfecto tiene que
existir, porque si no... no es perfecto. El argumento puede ser
tramposo, pero eso no viene ahora a cuento, sino que Descartes señala
(esto sí viene a cuento) que tengo que reconocer que Dios va unido a
su existencia con la misma evidencia con la que reconozco que un
triángulo tiene (sus ángulos internos suman) 180
grados.
Simplificando, una vez que conozco que Dios existe,
resulta mucho más sencillo apuntalar (asegurar, avalar, garantizar)
mi conocimiento del mundo, mis ideas de la verdad, de la evidencia,
de la claridad y la distinción, etc., de modo que mis razonamientos,
bien ordenados o encadenados, sirven para construir un nuevo y firme
edificio de la ciencia, en el que se incluye de manera fundamental la
Física, el estudio de los cuerpos, del espacio y del movimiento, lo
que Descartes denomina "res extensa".
Hemos de
reconocer, sin embargo, que hemos llegado a un lugar filosófico
extraño, por dos razones, como mínimo:
a) En primer lugar
porque el filósofo francés nos pidió que dudáramos de nuestra
tradición, antes de pedirnos que dudáramos de nuestras facultades
mentales, que dudáramos a fin de apuntalar bien el edificio de la
ciencia. Eso supone, en principio, dejar de pensar en términos
religiosos, teológicos, que era lo que había estado haciendo la
filosofía tradicional: que había estado subordinando las teorías
filosóficas a las necesidades de la fe. Y ahora, vemos, para nuestra
filosófica sorpresa, que Dios retorna al primer plano de la
actualidad filosófica en Descartes. Algo extraño. De verdad.
b)
En segundo lugar, ese Dios que ha sido demostrado filosóficamente le
sirve a Descartes para que podamos dejar de dudar definitivamente;
cuando la verdad es que habíamos empezado poniendo en duda
absolutamente todo, sospechando absolutamente de todo, no creyendo en
nada a fin de no ser engañados. Si esto lo ponemos en positivo, lo
que está sosteniendo ahora el filósofo francés es que Dios
garantiza que no nos equivoquemos. O sea: que Dios no es un genio
maligno, sino que es un ser perfecto, y por eso no puede engañarnos
en nuestras facultades mentales, cuando vemos el mundo, cuando nos
hablamos, cuando efectuamos razonamientos, cuando meditamos, etc.,
etc.
Es decir: que si los sentidos me enseñan un mundo
exterior, si veo algo más que mi propio pensamiento, si voy más
allá de saber que "yo pienso, yo existo" y sé además que
soy un cuerpo, que existen otros cuerpos y otros seres que piensan y
existen, todo esto depende de que ese Dios perfectísimo me garantiza
que mis conocimientos sean evidentes, es decir, me garantiza la
primera regla del método.
Y aquí está el problema. Porque
el método y sus reglas lo había aplicado Descartes primero a las
matemáticas y luego a la filosofía, para obtener verdades firmes y
fundamentales, para hacer crecer el "árbol de la ciencia".
Una de las cosas a las que había aplicado la regla de la evidencia,
y todas las demás del método, era a la idea o representación de
Dios que tengo en mi mente, en mi espíritu.
Pues bien, la
aplicación rigurosa del método había permitido concluir que Dios
existe. Y, sin embargo, ahora, es ese mismo Dios, que yo he
demostrado, el que demuestra que mis razonamientos, entre ellos el
que lo demuestra, son correctos y verdaderos; el que demuestra que la
regla de la evidencia sea verdadera y útil. Y esto es un círculo
lógico, algo que no se puede permitir el pensamiento.
¿Cómo
ha ocurrido?