23 enero 2013

Atrévete

Newton según Maynard Keynes.

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La física relativista conmovió nuestras almas al afectar su contenido a conceptos de gran carga ontológica y epistemológica, y también contribuyó a cambiar el mundo, pero en este último apartado no puede competir con la otra gran revolución de la física del siglo XX, la propiciada por la física que se ocupa de estudiar los componentes más elementales de la materia, al igual que las radiaciones que emiten. Una física que, además de romper con categorías firmemente enraizadas en nuestros esquemas cognitivos, como la causalidad o la idea de que es posible conocer al mismo tiempo datos tan básicos como posiciones y velocidades (principio de incertidumbre; 1927), dio origen a un sinnúmero de instrumentos que terminarían introduciéndose en todos los recovecos del mundo, como transistores, chips, reactores (y bombas) nucleares, células fotoeléctricas, o materiales de todo tipo, casi a la carta. (Sánchez Ron, "A hombros de gigantes", en El País)

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