Comentario de "La doctrina del punto de vista":
Ortega
empieza dejando claro en el texto ("La doctrina del punto de
vista", capítulo X de su libro El tema de nuestro
tiempo) que no hay que dejarlo todo a la vida ni todo a la
cultura (o sea, que ni somos exclusivamente biología ni somos
exclusivamente sociedad e historia; Ortega niega estos extremismos).
Que se debe efectuar una integración de ambas, huyendo de los
extremos. Cada una tienes sus derechos, la cultura y la vida. Con la
primera nos referimos a aquellos valores que deben servir
objetivamente (las ideas de la ciencia, las leyes o normas que han
de regir a los seres humanos, etc.; debemos recordar las Ideas
platónicas para tener una imagen de lo que significa objetividad en
este ámbito); mientras que con el término vida queremos señalar
que no puede haber nada que valga, ninguna idea, creencia, moral,
etc. que no tengan su base última en la vida de alguien, una
persona particular o un pueblo.
Debemos
tener en cuenta, con respecto a lo último que se acaba de decir en
el párrafo anterior, que cuando Ortega escribe la palabra “vida”
no se está refiriendo a la vida meramente biológica, orgánica,
que también se refiere a ella, sino básica y radicalmente al
cúmulo de circunstancias que envuelven o ambientan la historia de
los pueblos y las biografías de los individuos; y a lo que estos
mismos individuos, pueblos, épocas, etc. proyectan libremente.
Recordemos: Ortega sostiene que “yo soy yo y mi circunstancia”.
La vida significa aventura, libertad, riesgo, proyectos, etc.
Hacerse cargo de las situaciones y las circunstancias, porque no
queda más remedio. O sea, que somos libres porque nos vemos
obligados a serlo: no hay ningún método, cartesiano o platónico,
que nos dé seguridad y nos evite a nosotros el trabajo de ponernos
en marcha. La vida humana, la de los individuos y la de los pueblos,
consiste en un "quehacer", en una tarea ineludible.
Volvamos
a los términos principales, la "cultura" y la "vida":
Con
el término “cultura” podemos pensar, ya lo hemos apuntado más
arriba, en las ciencias, en las artes, en la moral, etc. Pero si
hubiera un ámbito fundamental, un sitio o escenario figurado
donde explicar lo que significa la palabra “cultura” ( y
recordemos que cultura significa originalmente cultivo; y por
extensión formación de los individuos humanos; un terreno es
inculto si no se cultiva, una mente también), ese sitio está en el
problema del conocimiento. El problema del conocimiento filosófico,
científico. Esto es: en el ámbito de los productos de nuestro uso
de la mente, la inteligencia, la razón... Como queramos determinar
a lo que en nosotros piensa. (Platón hablaba de "dianoia"
y "nous"; Descartes de "raison" o bona mens)
Entonces,
sobre el problema del conocimiento, Ortega enfoca dos posturas
diametralmente opuestas, en principio (siempre nos referimos al
texto analizado):
a)
El racionalismo (pensemos en Platón y en Descartes), filosofía
para la cual se puede acceder al conocimiento pleno de la realidad.
Nuestra mente sería como un espacio transparente al cual llegaría
la realidad tal y como ésta es. Como si esto sucediera a través de
un cristal que lo dejara pasar todo; y que ninguna idea se nos
escapara si ejercitamos bien la mente, si procedemos con método.
b)
El relativismo, para el cual la vida de cada cual introduce
deformaciones en la realidad. Esto es, que la realidad es diferente,
y en último lugar produce ideas incompatibles, según los
diferentes sujetos que conocen esa realidad: individuos, pueblos,
épocas. Finalmente: que como los puntos de vista producen
realidades diferentes... pues habrá que pensar que la realidad no
existe... de tan contradictorias, incompatibles, inintegrables que
llegan a ser las distintas perspectivas obtenidas por sujetos
individuales, por pueblos y épocas diferentes.
Sostiene
Ortega que ni un extremo ni el otro: ni la transparencia de la mente
racionalista que conoce las verdades evidentes si emplea bien el
método (Descartes y sus reglas) ni las deformaciones que dice el
relativismo. Porque lo que hay son justamente puntos de vista
diferentes, perspectivas diferentes de la realidad, según las
personas y las culturas, según las épocas y los pueblos...
Entonces,
porque un individuo tenga un punto de vista sobre el mundo, y que
ese punto de vista sea diferente de otros, eso no significa que los
dos sean falsos, y tampoco tiene por qué serlo necesariamente
alguno de ellos. Lo único que pasa es que ningún punto de vista,
ninguna perspectiva, es la verdad con mayúsculas, entera y
absoluta. Esto es: que no somos un Dios omnisciente que lo sabe
todo, que conoce la verdad acerca de la realidad absolutamente, sin
fallos o errores ningunos. Tenemos verdades con minúsculas, según
los puntos de vista diferentes; esto es, según las distintas
concepciones que vamos obteniendo en nuestras vidas y en nuestra
historia. Lo que procede entonces e efectuar es una integración,
como una suma o articulación de esas verdades parciales, de esas
verdades particulares y como escritas con minúscula. Sería como
intentar unir las muy distintas vidas y subjetividades, para ver de
obtener así una aproximación a la objetividad. Porque la
objetividad absoluta, arquetípica, platónica, nunca la vamos a
poder obtener.
Ortega
compara el conocimiento con la visión de un paisaje (cada filósofo
posee sus tipos de metáforas; recuerda el carácter de cada una de
ellas en Platón, Descartes, en Kant o en Nietzsche): de la misma
manera que dos hombres pueden ver el paisaje (un "mismo"
paisaje, si esto se pudiera decir) desde dos puntos de vista o
localizaciones diferentes, y no se puede decir que la visión de uno
sea la verdadera y la del otro falsa, sino que las dos son
verdaderas, en parte- de esa misma manera el conocimiento de la
realidad (obtenido a través de la filosofía, de la ciencia) se
compone de a partir de un tejido o entrelazado obtenido con puntos de
vista diferentes, los cuales se deben integrar (unir, ensamblar) para
darle forma a la realidad, a nuestro conocimiento de la realidad. Así
que Ortega puede sostener que "La perspectiva es uno de los
componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación es su
organización". O sea, ni racionalismo absoluto ni relativismo o
subjetivismo absoluto. Los puntos de vista absolutos (aunque sabemos
que no existen, que todo punto de vista es relativo a algo: mente o
cultura) son excluyentes, mientras que la filosofía de Ortega
pretende ser incluyente.
Entonces,
para seguir con esta argumentación, la individualidad de cada
sujeto, de cada pueblo, de cada época y cultura, es un ingrediente
básico en el conocimiento que ese sujeto posee. Repetimos: solamente
se tienen puntos de vista localizados sobre la realidad, en función
de las circunstancias, de las ideas y creencias, de los valores que
en cada época sirven. Pensar otra cosa es ilusorio, fantasioso. Es
ilusorio pensar que hay un sujeto puro, una razón pura que con su
método (sobre todo matemático; recordemos que Platón y Descartes
privilegian la matemática, que la disponen como un espejo ideal por
el que la filosofía tiene que pasar, como un modelo al cual mirar e
imitar) sea capaz de llegar a conocer todas las verdades, y de la
misma manera. Esa ha sido la tentación y la creencia de los
filósofos racionalistas, de Platón en adelante: se pensaban que la
realidad se iba a ajustar como un guante a su inteligencia
particular, porque esta inteligencia particular se les ofrecía como
capacitada para ser enteramente objetiva.
Ortega
sostiene que es una utopía (algo que no tiene lugar, que es lo que
originalmente significa la palabra "utopía") imaginarse
que la ciencia y la filosofía se adquieran aparte de las
circunstancias, de las perspectivas, de los puntos de vista de la
vida. "Cada vida es un punto de vista sobre el universo"-
escribe Ortega. Dicho de otra forma: que la realidad, el mundo,
poseen una dimensión vital, una historia, que son perspectivísticas,
basadas en los puntos de vista individuales y localizados, situados
en marcos biográficos, geográficos, culturales, históricos. Lo
fantástico sería creer que todos los individuos de todas las épocas
conocen de lo mismo y de la misma manera; que todos, siguiendo el
mismo método matematizante, platónico o cartesiano, iban a llegar a
conocer el mismo mundo inteligible (Bien, belleza, justicia), o las
mismas realidades que conoce Descartes (Alma, Dios, Cuerpos).
En
esa fantasía recién mencionada se ha basado toda la filosofía
pretérita, sostiene Ortega. También Nietzsche hablaba (en su libro
El crepúsculo de los ídolos) de los errores de los
filósofos: inventores de conceptos, sacerdotes, odiadores de la
vida, de los sentidos y del cuerpo- capaces solamente de fabricarse
telarañas de ideas, momias conceptuales, por odio y resentimiento a
una vida, a la altura de la cual no sabían estar, incapaces muchas
veces de enseñorearse de sus propias pasiones. Los filósofos,
adoradores de los ídolos de la razón, según Nietzsche, no soportan
el devenir, el cambio, la historia. La filosofía consiste en
debilidad y rencor, sostendrá Nietzsche.
La
verdad es que Ortega no mantiene una idea muy diferente. Porque
Ortega se basa, sustenta su filosofía, en la vida como una realidad
radical, de raíz, y la vida consiste en tiempo, en cambios, en
historia y en biografía. Lo que pasa es que Ortega no llega a ser
tan radical, valga la palabra, tan extremista como se manifiesta
Nietzsche. Este filósofo alemán consideraba que había que sacar el
martillo y dirigirlo a destrozar los "ídolos", las ideas
con las que los filósofos habían envenenado la vida. Mientras que
Ortega se pronuncia por, defiende la existencia de una razón vital,
de una razón, una inteligencia, orientada a los valores de la vida;
anclada la cultura e historia del hombre y sus valores objetivos en lo
que la vida tiene de dimensión constituyente.
Hasta
el concepto de Dios, que para Nietzsche era el resumen de todos los
conceptos inventados por la razón de los filósofos (y por eso podía
escribir "Dios ha muerto", como expresión sintética de la
falta de significado de todos y cada unos de los conceptos de la
filosofía anterior), tiene su lugar en la filosofía de Ortega, en
la síntesis que hace Ortega entre racionalismo y vitalismo, entre
conocimiento y vida. El lugar que el concepto de Dios posee en Ortega
es especial, por supuesto: no se trata del Dios de los creyentes, es
evidente, ni siquiera se trata de la Res Infinita de Descartes (que
es un Dios para filósofos, no muy diferente en su Perfección del
impersonal Bien platónico).
No
es otra cosa el Dios de Ortega que un símbolo: el símbolo de la
integración o suma de todos los puntos de vista. De forma que Dios
podrá ser infinito, pero no como en Descartes, que lo era porque yo
no había podido crear su concepto (a causa de que Dios es perfecto y
yo no, que para empezar me reconozco meramente contingente). Dios, en
Ortega, será infinito en el sentido de la suma, articulación o
integración de todas las perspectivas posibles que los hombres
pueden obtener en su conocimiento filosófico y científico de la
realidad. Será, por así decirlo, igual de infinito o radical que lo
es la vida.