11 enero 2010

De moscas y hombres

Si tuviéramos escrito un Decálogo y lo siguiéramos, sería muy fácil. Sabríamos qué es lo que tenemos que hacer y lo que no. Sabríamos, además, que el hombre fue creado a imagen y semejanza de... el Creador. Por lo que el ser humano dominaría a todos los demás seres, excepto a Dios, al que adoraría. (También se puede pensar que el Creador fue el creado por sus criaturas, o sea, que los hombres proyectan su Dios.)

Si no poseemos un sistema moral absoluto, un conjunto de reglas que nos digan el bien y el mal de forma precisa, y la posición relativa en él (en ese sistema), en cuanto a derechos, de los distintos seres, el problema aparece.

De forma que tendremos que valorarnos nosotros mismos, la especie humana, por encima de cualquier otra especie. Es lo que hizo Kant, observando que el ser humano es un ser dotado de razón y de dignidad. Esto significa, ni más ni menos, que está dotado de libertad y autonomía para proyectar su propio mundo más o menos perfecto. Otra cosa es que lo haga, pero la obligación la tiene, aunque sea como un ideal lejano, utópico.

Esto significa, además, que es capaz de proyectar sus acciones, universalizarlas: de manera que puede juzgar si valdrían como leyes éticas para todos los seres que son semejantes a él (es decir, dotados como él lo está de razón y de la dignidad consiguiente). Así decía más o menos la Regla de Oro de la moral: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti, trata a los demás como quieres que te traten a ti. En definitiva, que el ser humano, con su conciencia, reflexión, capacidad de planificar y proyectar y todo eso, se pone como un límite de su conducta el valor que le asigna a otros seres similares a él (porque todos comparten, compartimos, el mismo valor: nuestra inteligencia y nuestra dignidad como sujetos libres). Esto sostiene, más o menos, Kant, el mayor filósofo ético de la época moderna (según piensan muchos).

Está claro, que los animales pertenecen a otra región de la vida, según la visión de este filósofo: puesto que no sabemos que estén dotados de inteligencia, y por ello no los tratamos igual, no los respetamos incondicionalmente.

¿Quiere decir esto que el maltrato animal estaría justificado? No vamos a pensar que Kant esté defendiendo esto. Puesto que si alguien se porta sádicamente con los animales estaría perjudicando... a sí mismo. Sería más animal que ellos, podemos decir, y seguro que acertamos.

Pero sí parece, siguiendo a Kant, que los seres humanos pueden servirse de los demás seres vivos (y de los animales) como medios para sus propios objetivos (de los seres humanos). En el trabajo, por ejemplo. También, es verdad, nos servimos de las personas en el trabajo, pero eso no significa que podamos esclavizarlas. Aunque se ha hecho: a costa de (querer) convertir a las personas en animales, naturalmente. Podemos ser empleados y emplear a las personas para un trabajo, pero queremos tratar y que nos traten bien, que nos paguen y respeten nuestros derechos, afortunadamente.

Pues bien, ni el más extremo amante de los animales, le leerá a sus mascotas una Carta de sus Derechos, por mucho que las quiera y las comprenda, y puede quererlas muchos y hasta compartir su sufrimiento. Porque también son de la familia... pero no. ¿Qué decir de las moscas, de los insectos en general? Aparentemente sólo están ahí para perjudicarnos. ¿Conocemos ese anuncio de la acompañante de un conductor que va contando los insectos muertos en el cristal del parabrisas por km. recorrido? Pensamos que nadie puede tomarse una cosa así en serio. Diferente sería si se tratara de linces ibéricos.

En resumen, que parece que somos los seres humanos los que organizamos la creación, la naturaleza, los ecosistemas o como se llamen, que ponemos a cada ser en su sitio y le damos un valor relativo en esa escala.

Siguen existiendo conflictos: toros sí o toros no, por ejemplo. Yo tengo una opinión más o menos clara. No le veo la gracia a un espectáculo que utiliza como medios el sufrimiento de un animal, muerte incluida. Tampoco se me ocurriría pensar que un toro, o un perro, es como una persona. Pero mucho menos se me ocurriría soltar eso de que el toro vive magníficamente... hasta que cumple su cometido en la plaza, y que, si no, los toros bravos se extinguirían. ¿Y qué? ¿Eso qué prueba? ¿Está justificado mantener un mal como medio para obtener un supuesto bien? ¿El fin justifica los medios?

2 comentarios:

Unknown dijo...

"Regla de Oro de la moral: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti, trata a los demás como quieres que te traten a ti."

Eso no tiene demasiado sentido. No puedes establecer como norma de tu propia moral una regla que deba ser cumplida por los demás, ya que estos la cumplirán o no según su antojo y conveniencia.

Cada cual debe poseer una norma propia que riga su moral para que este pueda alcanzar la felicidad. Si tuviésemos que depender de los demás nunca lograríamos esto, pues no se puede obligar a todo el mundo a compartir tu misma moral. Y además no olvidemos que el hombre es un lobo para el hombre.

La moral así como todo lo espiritual debe poder ser alcanzada en su máximo y mejor grado individualmente. Supongo que las respuestas están en nuestro interior, por lo menos así lo veo yo...

Además quién dice que todo el mundo se para a pensar en temas como la moral. Si no se tratase a los demás como no se quiere que te traten a ti no existirían castigos, no se pegaría, ni nada por el estilo.

Saludos, Ezequiel Medina Jiménez.

Martín López dijo...

1º En efecto: cada uno puede decidir cumplir la regla o no, de eso se trata. No de imponerla. Pero si uno la acepta debería pensar en que también vale para él. Hay que ser coherente. No obliga a los demás más de lo que te obliga a ti mismo. En el fondo se trata de ponernos límites; de pensar que nuestra libertad acaba donde empieza la de los demás, y que la de los demás acaba donde empieza la nuestra. Se trata de una especie de contrato en el que todos partimos con las mismas reglas, de un juego en el que las reglas son iguales para todos. Precisamente porque el hombre es un lobo para el hombre, y hay que impedir que se note demasiado... O sea, que conviene ser hipócrita, es sano, no podemos suponer que somos superhombres o supermujeres...

2º Si la regla de oro no es un remedio infalible, que no lo es (el mismo Kant sostiene que su moral no es lo mismo que la evangélica regla de oro), la felicidad no me parece que sea mucho mejor. Hay tantas ideas de la felicidad como personas en el mundo. ¿No chocarían esas ideas de la infelicidad, necesariamente? El paradójico resultado del asunto es que buscando personalmente la felicidad puede que al final nos encontráramos, personalmente, la infelicidad...

Ahora bien, los creyentes de cualquier sistema religioso o político lo tienen muy claro, porque no tienen más que oberdecer las normas que les dan (eso se llama heteronomía). El problem es cuando uno decide que es mayor de edad y que debe buscrase su sistema de relación con los demás y consigo mismo. No hay recetas, si obececioera a recetas se estaría dejando llevar por lo demás, y ha decidido que no. Entonces solamente cuenta con su inteligencia (razón práctica), que le debe permitir pensar en una forma de actuación que valiera universalmente. Yo creo que esto es lo que mantiene Kant (y no solamente Kant). Porque si mi moral vale solamente para mí, no es una moral, sino mi conveniencia. Y eso está bien... siempre que no choques con una conveniencia más fuerte que la tuya (guerra de todos contra todos, de unos lobos contra otros)...