08 abril 2010

HISTORIA DE LA FILOSOFIA, 2º BACHILLERATO, TEXTO DE NIETZSCHE


oS PONGO LOS TRES PRIMEROS APARTADOS DEL TEXTO DE nIETZSCHE, EL TEXTO EN LETRA MÁS PEQUEÑA QUE EL COMENTARIO QUE YO HE HECHO. sE TRATA DE UN MATERIAL QUE PUSE EL AÑO PASADO. dESPÚES PONDRÉ LOS RESTANTES APARTADOS.

cONVIENE QUE VAYAS LEYENDO TODO ESTO...

NIETZSCHE, F:
El crepúsculo de los ídolos. (Trad. A. Sánchez Pascual). Ed. Alianza.
Madrid. 1979, pp.45-50.
‘La "razón" en la filosofía’

1
Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filósofos?... Por ejemplo, su falta de sentido histórico, su odio a la noción misma de devenir, su egipticismo. Ellos creen otorgar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni [desde la perspectiva de lo eterno], cuando hacen de ella una momia. Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores idólatras de los conceptos, cuando adoran, - se vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran. La muerte, el cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento son para ellos objeciones, - incluso refutaciones. Lo que es no deviene; lo que deviene no es... Ahora bien, todos ellos creen, incluso con desesperación, en lo que es. Mas como no pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se les retiene. "Tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador? - "Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero. Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la historia [Historie], de la mentira, - la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él es "pueblo". ¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! - ¡Y, sobre todo, fuera el cuerpo, esa lamentable idée fixe [idea fija] de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para comportarse como si fuera real! ... "


“El crepúsculo de los ídolos”: éste es el título del libro de F. Nietzsche al que pertenece el capítulo que leemos, y que se titula, a su vez, “La razón en la filosofía”.

El crepúsculo es el ocaso, el final del día, cuando el sol se retira y viene la noche... Un asunto muy poético y hasta romántico. (También el crepúsculo es el alba, el inicio del día; pero esto es otra cuestión... Lo veremos.)

Lo que sucede es que hay que interpretar metafóricamente el título del libro... Lo cual a nosotros no nos tiene que resultar tan complicado, si nos acordamos de que Platón establecía comparaciones, analogías, símiles, que contaba historias y mitos, etc.

Así, por ejemplo, el sol era identificado con el Bien, porque era comparable el papel que jugaban, uno en el mundo físico y el otro en el mundo inteligible...

Entonces, cuando Nietzsche titula su libro “Crepúsculo... “, hay que pensar en que algo así como que el sol se pone... pero hay que interpretarlo figuradamente: lo que se pone realmente, las que dejan de funcionar, son esas mismas Ideas que a lo largo de toda la historia de la filosofía y de la cultura habían representado el centro y el objetivo de la mirada intelectual, la meta del conocimiento racional, de la moral, y hasta de la religión.

Es a esto a lo que se refiere la segunda parte del título del libro de Nietzsche (“... de los ídolos”). Los tales “ídolos” son nada más y nada menos que esa Ideas centrales, como el Bien de Platón, la Belleza, la Justicia; pero también el Pensamiento de Descartes (el yo pienso, luego yo soy o yo existo), y en general cualquier Idea de Realidad última, de Sustancia o de Ser Perfecto.

Como ese mismo Dios que es una sustancia o Cosa Infinita en Descartes, tan perfecta que si la tenemos en nosotros, en nuestra mente, como parte del conjunto mental de nuestras ideas, nosotros no la hemos podido crear, puesto que no somos proporcionados a su grandeza; a la vez que se ve con evidencia y verdad que esa Idea de Dios o del Ser Perfecto existe; y que sería contradictorio que se nos ocurriera imaginar que fuera la Idea de algo irreal o inexistente, que fuera nada (vayamos al texto de Descartes; allí lo podemos ver)...

Tampoco tiene sentido (o sea, que corresponde a una idolatría, a una adoración de “ídolos”) el concepto de una razón práctica o razón moral, como esa buena voluntad de Kant que está centrada en el cumplimiento del deber por el deber y en el respeto a la ley moral; es decir, en ajustar las máximas o reglas privadas de conducta al test del Imperativo categórico, esa forma o fórmula de mandato o mandamiento moral, que te pide que obres como si tu conducta tuviera que volverse ley universal, similar o asimilable a las reglas de la naturaleza que rigen el comportamiento de los cuerpos materiales (pensemos en ese gran sistema de la ciencia moderna que es la física de Isaac Newton, en cómo unifica la naturaleza en torno a una gran Ley)...

Parece que nos estamos yendo del texto de Nietzsche, de las palabras literales de Nietzsche... Pero realmente no es así. Lo que ocurre es que la filosofía de Nietzsche se construye a contracorriente o en oposición a todas las ideas, categorías o conceptos de la filosofía anterior.

Es una filosofía que desmonta o deconstruye todos los sistemas anteriores. Esto no se hace por capricho, evidentemente, sino basándose en un fallo de toda esa filosofía anterior, en el hecho de que había olvidado (así lo considera Nietzsche), nada más y nada menos que la Vida, y la forma móvil y conflictiva y cambiante que tiene esa misma vida...

Al contrario de lo que han ido haciendo los filósofos, que como no podían controlar ese devenir, es decir, esa condición cambiante o fugitiva de la realidad, llegaban a sostener nada menos que ese mundo físico, sensible, material, vital, etc. no es la verdadera realidad; sino que esa realidad únicamente está en las Ideas, es decir, en lo que el pensamiento es capaz de pensar, haciendo ver que esos pensamientos forman lo que Platón denominaba un Mundo Inteligible, que es más real que éste que vemos y vivimos. Es decir, que tenemos que salir de la caverna para ver la verdadera realidad y ajustar nuestra conducta a ella.

Lo que ocurre es que así nos olvidamos de la vida, y en vez de ver la realidad como es, pues nos estamos inventando otro mundo, sostiene Nietzsche.

Esto es lo que ha hecho la “razón en la filosofía” (es el título del capítulo de Nietzsche que leemos): inventarse sistemas de conceptos, como telas de araña que matan la realidad, que es lo que hacen las arañas con lo que apresan: inmovilizar y matar. También se puede decir que los filósofos, tan racionalistas ellos, se comportan como sepultureros (enterrando la vida), o como momificadores, embalsamadores, taxidermistas... sustituyendo la vida viva por un pálido reflejo que se le parece, pero que no lo es...sustituyendo lo vivo por lo muerto..

2

Pongo a un lado, con gran reverencia, el nombre de Heráclito. Mientras que el resto del pueblo de los filósofos rechazaba el testimonio de los sentidos porque éstos mostraban pluralidad y modificación, él rechazó su testimonio porque mostraban las cosas como si tuviesen duración y unidad. También Heráclito fue injusto con los sentidos. Estos no mienten ni del modo como creen los eléatas ni del modo como creía él, - no mienten de ninguna manera. Lo que nosotros hacemos de su testimonio, eso es lo que introduce la mentira, por ejemplo la mentira de la unidad, la mentira de la coseidad, de la sustancia, de la duración... La "razón" es la causa de que nosotros falseemos el testimonio de los sentidos. Mostrando el devenir, el perecer, el cambio, los sentidos no mienten... Pero Heráclito tendrá eternamente razón al decir que el ser es una ficción vacía. El mundo "aparente" es el único: el "mundo verdadero" no es más que un añadido mentiroso...

Se mienta el nombre de Heráclito (el filósofo del "todo fluye"; el filósofo que mantiene la opinión de que la realidad consiste en cambio, en continua creación y destrucción; la doctrina de que la armonía surge nada más que del conflicto).

Se opone su nombre al "resto del pueblo de los filósofos". Observa ya que esto representa una total falta de respeto de Nietzsche (que había estudiado Filología Clásica) por el sentimiento de casta, normalmente aristocrático y antiplebeyo, de los filósofos.

Por ejemplo:

Platón predicaba el ideal del filósofo-rey, del gobernante-sabio y del sabio-gobernante. Nada democrático. Tampoco se manifiesta democrático Descartes con ese camino ("método") que él recomienda para su mente y no para otras... pero se excusa diciendo que lo hace porque no le convencen las opiniones que han ido imbuyendo en su experiencia propia los demás maestros. Es decir, que pone su mente (metódica, esto sí; sometida a reglas simples y fáciles) por encima de la pluralidad de las voces, aunque sean maestros. Esto tampoco es muy democrático.

Entonces lo que hace Nietzsche es asestar una bofetada en el orgullo de los filósofos (de la filosofía), y señalarles que de aristocráticos no tienen nada: que son una masa y despreciable.

¿Por qué lo hace?

La respuesta está en lo que viene después del nombre de Heráclito (venerado por Nietzsche, aunque no diga Nietzsche que Heráclito no se equivoca, porque también escribe que se equivoca): los filósofos rechazan lo que muestran los sentidos. Justamente lo que empieza haciendo Platón.

Lo que Nietzsche quiere apuntar es que los filósofos rechazan ese cuerpo al que pertenecen los sentidos. Es decir, no solamente que los sentidos yerran y no nos manifiestan la verdad, sino que el cuerpo peca y nos aparta (con sus inclinaciones) de esa "buena voluntad" que era lo mismo que el deber y la ley moral para Kant. (Aunque Kant no era nada ingenuo: escribía que la voluntad de un ser humano no es santa, ni pura ni perfectamente racional.)

Ahora bien, rechazar el cuerpo equivale para Nietzsche a rechazar la vida (recordemos la "mímica de sepultureros" del primer parágrafo). A rechazar la vida tal y como se presenta: racional pero también ingenua; alegre, aunque también peligrosa; hecha de satisfacciones y felicidad, y también de dolor, destrucción y muerte. De armonía, y asimismo de conflicto. Afirmar la vida tal como se da, en eso consiste el "evangelio" de Nietzsche, la "buena nueva" que él pronuncia frente a todo lo que han sostenido los componentes del pueblo de los filósofos...

Nietzsche dice sí a la naturaleza. Es "naturalista". Los filósofos habían sido "sobrenaturalistas". En suma, los filósofos han mirado hacia lo sobrenatural, han sido espíritus religiosos, como los sacerdotes.

O sea: que tampoco han sido tan racionales, puesto que la religión se basa en la fe, en una creencia sin fundamentos firmes. En suma: ni aristocráticos ni racionales. Parece que los filósofos no se han conocido a sí mismos de una manera adecuada, que no han alcanzado la verdad acerca de su propia condición, a pesar de su inteligencia. Les ha faltado espejo, Nietsche se lo facilita y no son nada bellos. ¿Qué se esperaban?

3

¡Y qué sutiles instrumentos de observación tenemos en nuestros sentidos! Esa nariz, por ejemplo de la que ningún filósofo ha hablado todavía con veneración y gratitud, es hasta este momento incluso el más delicado de los instrumentos que están a nuestra disposición: es capaz de registrar incluso diferencias mínimas de movimiento que ni siquiera el espectroscopio registra. Hoy nosotros poseemos ciencia exactamente en la medida en que nos hemos decidido a aceptar el testimonio de los sentidos, -en que hemos aprendido a seguir aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final. El resto es un aborto y todavía-no-ciencia: quiero decir, metafísica, teología, psicología, teoría del conocimiento. 0 ciencia formal, teoría de los signos: como la lógica, y esa lógica aplicada, la matemática. En ellas la realidad no llega a aparecer, ni siquiera como problema; y tampoco como la cuestión de qué valor tiene en general ese convencionalismo de signos que es la lógica.-

Vayamos por partes:

a) En este párrafo Nietzsche sigue concretando su crítica a los filósofos y las filosofías anteriores, tal y como ha ido haciendo en los dos párrafos anteriores. Los filósofos, ha sostenido Nietzsche, se olvidan de la vida, atentan contra los derechos de la vida, de la naturaleza… Así que se comportan como si fueran sepultureros o momificadores. Por esa razón emplea Nietzsche la palabra “egipticismo” en el primer párrafo. Los egipcios embalsamaban cuerpos, y así se creían que iban a eternizar la vida. Pero eso que encerraban en las tumbas, como si éstas fueran palacios, no era más que un cuerpo muerto; no la vida viva, sino una apariencia de vida, algo totalmente falso. Esto es lo que han ido haciendo los filósofos racionalistas, aquellos filósofos que ponen la razón y la inteligencia por encima del cuerpo, y de los sentidos que constituyen el cuerpo y que nos ponen en relación, y hasta en comunión, con otros seres, con el mundo exterior… Así han valorado la inteligencia, por encima de todo, pensadores como Platón, Descartes, Kant y muchos más.
b) Los filósofos que además han sido creyentes firmes en su religión, éstos se han olvidado doblemente de la vida. Así, para los cristianos, denunciados una y otra vez por Nietzsche en su obra filosófica, sostienen que este mundo y esta vida no es la verdadera, que la tierra no es la verdad, sino que la verdad está en otra parte, en un Reino de los Cielos, en un mundo aparte que no tiene nada que ver con éste. Aunque se parece desde luego al mundo inteligible que decía Platón, y que para Platón era el lugar verdadero donde estaban las almas, la parte más valiosa del hombre, la que era inmortal… No es raro: el cristianismo es un platonismo para el pueblo, al decir de Nietzsche…
c) Si los filósofos han sido tan “racionalistas”, tan “adoradores” de la razón, lo cual significa que se han conducido como unos creyentes cualesquiera (que no razonan sus creencias, su fe), aunque ellos sostengan que no (pero ellos han creído en la razón, ¿no?)… si la filosofía a lo largo de la historia se ha comportado (a esta manera de ser Nietzsche la denomina “idiosincrasia”) de este modo anti-natural, despreciando el cuerpo y los sentidos, pues entonces, mantiene Nietzsche, habrá que devolverle al cuerpos sus derechos, empezando por los sentidos…
d) Esta nueva evaluación positiva de los sentidos es la que hace Nietzsche en el párrafo que he reproducido arriba del texto, que es el párrafo tercero del capítulo que debemos leer, analizar y estudiar. Y Nietzsche se va directamente al extremo, hacia uno de los sentidos que parece menos humano: el olfato. Cosa de perros, de filósofos “cínicos”. Nietzsche no se dirige a la vista ni al oído, que al fin y al cabo han sido unos sentidos relativamente privilegiados y prestigiosos en la tradición intelectual: la vista es el ejemplo que pone Platón en su símil del sol para explicar el Bien, y Platón escribe que no son poca cosa ni la vista ni el sol; el oído, dentro de la historia del cristianismo, es fundamental en la institución de la confesión, esa práctica en la cual el creyente desnuda el alma para confesar sus faltas (pecados) y que Dios le haga ser de nuevo puro cuando cumpla la penitencia marcada. No. Nietzsche empieza por el olfato; del cual dice que es más fiable que un instrumento científico de precisión, como el espectroscopio. Habrá que pensar que si ese olfato es tan útil para el conocimiento, como da a entender Nietzsche, será capaz de detectar no solamente lo que huele bien, sino también lo que huele mal, la corrupción y la enfermedad.
e) Pues de eso se trata, nos comunica Nietzsche: de que la tradición filosófica apesta: no en vano se entretiene con muertos, aunque sean conceptuales. O sea: que la razón que produce conceptos, o que los descubre, la razón que produce las ciencias exactas como son la matemática y la lógica, lo que está haciendo es acabar con lo que la vida tiene de más real, que es aquello que nos manifiestan los sentidos y los cuerpos: el movimiento, el cambio, la alegría y el dolor, etc. Es decir, este mundo… no el otro que se inventan los filósofos y los sacerdotes, que para Nietzsche son lo mismo: gentes débiles, resentidas, plebeyas…

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