04 noviembre 2011

HISTORIA DE LA FILOSOFIA 2º BACHILLERATO, SANTO TOMAS, TEOLOGIA Y FILOSOFIA

No es fácil definir la posición de Santo Tomás en la historia de la filosofía: para algunos autores no es, simplemente, un filósofo, sino un teólogo que intenta servir a su fe cristiana.

De una forma más moderada, podemos entender que intenta efectuar una síntesis entre la fe cristiana y la filosofía griega, Aristóteles sobre todo.
 
Por eso empieza el texto como empieza: mencionando la fe y la razón, como dos vías distintas de llegar al conocimiento. En el caso de Santo Tomás, al conocimiento más importante, el teo-lógico (acerca de Dios).
 
Un filósofo debe guiarse, un científico también, por una especie de principio de economía en el pensamiento, que le pide que se ahorre caminos o explicaciones redundantes. Por eso,  debe justificarse con razones en qué sentido la fe religiosa -la revelación, el conocimiento sobrenatural- se complementa con la razón de los científicos o los filósofos.

En Tomás de Aquino influyen:


a) la filosofía de origen griego: Aristóteles, que es recuperado en la cultura medieval a través de la transmisión y comentario de los árabes, en particular Averroes; también Platón, presente a lo largo de la Edad Media gracias a la figura de San Agustín, que efectúa una síntesis de filosofía platónica y religión cristiana.


b) el cristianismo, una religión de salvación que aspira a ser universal, e implicar la salvación de todos los seres humanos (eso es lo que significa católico = universal).


A partir de esta doble influencia, que puede llegar a parecernos contradictoria, es como hay que entender la relación que existe entre la razón y la fe en Santo Tomás.


La fe, la revelación, el conocimiento sobrenatural (como queramos denominar este tipo de creencia) basta para llevar a todos los seres humanos el conocimiento de que Dios existe y se ocupa de nosotros, de castigarnos y premiarnos (es un Dios providente). Santo Tomás, en la medida en que es un hombre cristiano, no se distingue del hombre común que cree en Dios y que no tiene tiempo para dedicarse a la filosofía o a la ciencia.


Sin embargo, Santo Tomás en cuanto filósofo no puede basar sus argumentos en la autoridad de la fe, de la tradición o el poder de la Iglesia: los argumentos son para defenderlos o desarrollarlos ante o frente a otras personas que sostienen otras ideas diferentes.


No se trata de vencer por la fuerza, sino con la fuerza de la razón, del convencimiento o la persuasión crítica. Así es como entendía Sócrates la filosofía: un diálogo público, en la plaza (ágora).


Cuando la filosofía se hace escritura (y se lee) en Platón, la discusión sigue existiendo: lo que pasa es que los argumentos que uno opone debe escribirlos a su vez y traspasarlos a la posteridad. También aquí existe una tradición, pero no es una tradición autoritaria, sino una tradición crítica y continuada, mantenida (la historia de la filosofía).


Pues bien, de esa tradición crítica, de la filosofía griega y en particular de la obra de Aristóteles echa mano Santo Tomás para investigar la realidad que más le importa como filósofo: la existencia y esencia de Dios. Son dos cosas diferentes: definir a Dios está más allá del alcance de la razón humana; pero sí puede la inteligencia humana encontrar pruebas de la existencia de un Dios obtenidas a partir de la observación del mundo, a partir de la experiencia.

Me extiendo un poco en estos conceptos de esencia y existencia:

Todas las cosas son, es decir, que existen de una u otra manera, aquí (bueno, ahí) en la clase, de manera que tú y yo, y todos, las veamos; en la calle, de manera que si saliéramos las podríamos ver; en nuestra imaginación (pero esto no es tan complicado, porque al fin y al cabo todos tenemos una idea semejante del unicornio, que no existe en el mundo físico... pero sí en el mito, en la imaginación); en nuestra mente (los números no están en la pizarra, sino en tu cabeza; igual que debe estar en tu inteligencia la resolución de una cuestión físico-matemática, o la interpretación de un texto literario o filosófico).

Todo el ejemplo anterior me vale para lo que quiero que entiendas: a todas estas cosas que he ido nombrando les falta algo. Les falta que las veamos, o les falta estar en la realidad que vemos con los ojos...

Para no enredarnos, vamos a practicar una distinción: en toda cosa encontramos su quid, su esencia o definición que nos dice lo que la cosa es; además está, el quo, el hecho de que la cosa es, tiene existencia, el acto (piensa en lo que significa el "actually" inglés = realmente).

Pues bien, a ver si nos entendemos: si tú coges una palabra, un nombre del diccionario, verás que viene la definición, pero eso no significa que necesariamente exista: su esencia no implica su existencia; puede que exista, pero puede que no, podría no existir.

Da igual que el objeto sea físico o artificial, material o mental. Esto es difícil de pensar: a las cosas les pasa como si juegas a la lotería: en la definición de lotería va que toque, a veces, pero realmente sólo toca a veces a algunos. Entonces es cuando existe el premio.

La diferencia que hay entre la esencia o definición de una cosa, y el hecho de que exista, vale para todas las cosas reales e imaginarias del mundo, para todos los entes, excepto para uno, el ser máximo o Dios, pues se considera que su esencia es de tal calidad que implica por necesidad su existencia.

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