3. Los
sofistas y Sócrates
3.1 Los
sofistas
En el siglo
V aC, en lo que se conoce como el siglo de la Ilustración griega, se produce un cambio de rumbo en la filosofía.
Hemos vistos
que los primeros filósofos, a los que más o menos convencionalmente, conocemos
como “presocráticos”, se centraban en la comprensión de los fenómenos de la
naturaleza, la physis, buscando los elementos, arjai, que la componían, y
también las fuerzas que intervenían en su ordenación.
Ahora van a
ser los problemas relativos al ser humano los que pasan a un primer plano. Por
eso se habla de un “giro antropológico” en la filosofía.
Es verdad
que en la literatura griega se habían tratado cuestiones relativas al hombre,
en los mitos, en la poesía, también en las tragedias, etc. Pero en la filosofía
cobran ahora una importancia fundamental.
En esto una
serie de personajes vinculados a la educación de los jóvenes atenienses, para
incorporarlos a la participación en la vida de la democracia, van a tener un
papel fundamental. Son los sofistas (así denominados porque se presentan como
sabios; “sofós”=sabio).
Los sofistas
son los maestros (cobran por enseñar: por eso serán atacados por Sócrates) que
corresponden a esa necesidad de formación de los ciudadanos para que puedan
participar adecuadamente en el nuevo escenario político: la democracia. Recordemos
que la democracia ateniense era muy restringida, y que por supuesto ni las
mujeres ni los extranjeros, y mucho menos los esclavos, tenían derecho a voto.
El centro de
la educación que practican los sofistas va a consistir fundamentalmente en el
arte de la palabra (en la retórica y oratoria): en la necesidad de lograr
discursos convincentes con los que persuadir a los ciudadanos para que apoyen
determinadas políticas.
Se trata de
una educación con un sentido pragmático, orientada al éxito. Este es un punto
en el que también serán denunciados por filósofos como Sócrates y Platón, su
gran discípulo, al considerar que los sofistas pervierten la educación de los
ciudadanos. Si se trata de obtener el éxito utilizando las palabras, ¿qué lugar
queda para la verdad y la justicia? Se puede defender una idea o la contraria,
según lo que interese en cada momento.
Uno de los
temas principales que son tratados por los sofistas es precisamente el de la
diferencia entre la naturaleza (la physis) y la ley (el nomos).
Pues bien, se
considera que las leyes no son algo que la naturaleza establece, sino que son
acordadas o pactadas por los seres humanos según su conveniencia e interés. Es
decir, no hay una justicia natural objetiva que sirva para basar las leyes, los
derechos y las obligaciones de los seres humanos. Cada pueblo tendrá las suyas,
sus leyes, como cada pueblo tiene sus propios dioses. Así se llega a considerar que lo justo es lo que beneficia a los poderosos... o a los débiles.
Si aceptamos
este punto de vista de los sofistas, estamos abocados (condenados, más bien) al
relativismo. Esto dirán algunos filósofos.
Uno de los
personajes fundamentales entre los pensadores sofistas, y de los más
respetados, es Protágoras, que sostiene que el hombre, no los dioses ni las leyes,
es la medida de todas las cosas.
El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto que no son.
Otro de los sofistas
destacados es Gorgias, en el que se ve como el relativismo (la falta de normas
absolutas) es llevado al escepticismo (de la palabra griega “skepsis”=duda), a
la duda extrema de si existe la realidad o si podemos llegar a conocerla.
- Nada existe.
- Si algo existiera sería incognoscible.
- Si algo existiera y fuese cognoscible, sería incomunicable.
3.2 Sócrates
Con la figura de Sócrates, filósofo ateniense (470-399 aC), asistimos a un momento culminante del denominado "giro antropológico" que empezaron los sofistas. Es decir, el paso a primer plano de la filosofía de los temas que tienen que ver con el ser humano, en particular los relacionados con la ética y la política, y con la virtud (areté) del ciudadano.
Lo primero que hay que decir es que Sócrates no escribió nada, y que lo que sabemos de él es lo que nos ha llegado a través de los testimonios de otros, en especial de su discípulo Platón.
Sócrates, dentro de lo que sabemos de él, va a invertir de una manera radical las respuestas que los sofistas dan a estas cuestiones.
En primer lugar Sócrates no pretende ser sabio, él no pretende enseñar al modo de los sofistas, que además cobraban por ello. "Solo sé que no sé nada" es la frase que sintetiza, de una manera irónica, el punto de vista socrático en relación con la sabiduría.
Es decir, la filosofía debe comenzar con el reconocimiento de la ignorancia, y por lo tanto no está de acuerdo Sócrates con que se pueda enseñar de otra manera que incitando a que el aprendiz descubra la verdad por sí mismo.
La filosofía es de esa forma una mayéutica, el arte de alumbrar, dar a luz, la verdad en el discípulo, que este la descubra por sí mismo. Debemos recordar que la madre de Sócrates era comadrona, de ahí la palabra mayéutica.
Para que surja la verdad es preciso que ocurra a través del diálogo. A través de este, Sócrates empieza mostrando, al que pretende saber algo, que en realidad está equivocado. Que no ha definido bien los conceptos, que en el caso de Sócrates se trata fundamentalmente de la definición de las virtudes éticas: p. ej., el valor, la piedad... (ejemplos que figuran en las obras de Platón, que sitúa a su maestro Sócrates como personaje).
La filosofía, finalmente, tiene por objeto el conocimiento de uno mismo, con el fin de llegar al conocimiento de la virtud, de lo que está bien y es correcto. No hay vida que merezca la pena si no se examina a sí misma. "Conócete a ti mismo", dice el oráculo.
Sócrates es radicalmente contrario al relativismo de los sofistas, que no creían que hubiera definiciones universales válidas en el terreno de la ética y la política. Se limitaban a sostener que lo que es justo y bueno es lo que se ha acordado por convención, pero que podría ser de otra manera.
El sentido del diálogo que emplea Sócrates es precisamente llegar a definiciones universales y absolutas de las virtudes, que valgan para todo tiempo y lugar.
La postura de Sócrates se define como "intelectualismo moral", en el sentido de que quien conoce intelectualmente lo que está bien, a través del hallazgo de las definiciones adecuadas de las virtudes, ese mismo hará lo correcto cuando le corresponda. En esto precisamente se basará la felicidad de la persona, en la unión de inteligencia y virtud.
El intelectualismo moral implica una paradoja: si quien sabe lo que está bien, actúa bien, entonces el que actúa mal es que lo hace por ignorancia. Es decir, nadie obra mal a sabiendas. Algo que nos puede parecer poco intuitivo moralmente.
En todo caso, parece que Sócrates fue coherente con lo que predicaba... Entendió que debía respetar la ley, incluso cuando la democracia ateniense le condenó a muerte.
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