03 noviembre 2006

FILOSOFIA 2º BACHILLERATO, TEXTO DE TOMAS DE AQUINO

Busca en el blog las entradas correspondientes al texto de Santo Tomás que he ido escribiendo. Léelas, claro. Con el texto al lado, claro.

No es fácil definir la posición de Santo Tomás en la historia de la filosofía: para algunos autores no es, simplemente, un filósofo, sino un teólogo que intenta servir a su fe cristiana.

De una forma más moderada, podemos entender que intenta efectuar una síntesis entre la fe cristiana y la filosofía griega, Aristóteles sobre todo.

Por eso empieza el texto como empieza: haciéndose la pregunta de la utilidad de la fe y la razón, como dos vías distintas de llegar al conocimiento. En el caso de Santo Tomás, al conocimiento más importante, el teo-lógico (acerca de Dios).

Un filósofo debe guiarse, un científico también, por una especie de principio de economía en el pensamiento, que le pide que se ahorre caminos o explicaciones redundantes. Por eso, repito, debe justificarse con razones en qué sentido la fe religiosa -la revelación, el conocimiento sobrenatural- se complementa con la razón de los científicos o los filósofos.

Uno de los argumentos con los que empieza Santo Tomás es realmente curioso: la falta de una complexión fisiológica adecuada. Nosotros diríamos que eso es la falta de la inteligencia adecuada: y es fácil que se carezca de esa inteligencia porque lo que interesa a Santo Tomás es el conocimiento acerca de Dios, de las cosas divinas (como a Platón, filósofo político, interesaba el Bien para construir la sociedad justa).

El segundo argumento que se da es todavía más relevante, y nos dice mucho acerca del tipo de sociedad en la que se movía nuestro filósofo: los hombres que se ocupan de los asuntos de su casa, de sus negocios, las personas que se centran en la tarea económica, no tienen el tiempo necesario para dedicarse a la tarea filosófica, a la contemplación o la teoría. Esto es: dedicarse a la vita activa es contradictorio con la dedicación a la vita contemplativa.

En principio nosotros no tenemos nada que objetar, que manifestar en contra. Pero eso deja, me parece, en una difícil situación a los economistas expertos, y nadie duda en la actualidad del poder de decisión que tienen los economistas expertos en nuestra sociedad. Sin embargo, con todo lo racionales que deben ser en su conocimiento científico de las leyes de la economía, se comportan de una manera infantil en asuntos religiosos: pues como restan en su mente el tiempo que tendrían que dedicar a reflexionar racionalmente sobre las cosas de Dios, de la religión, deben conformarse con la fe, con lo cual no se distinguen demasiado de aquél que encontraba el primer obstáculo: la falta de inteligencia para estas cosas. Pero eso no nos debe llevar a concluir incorrectamente que los economistas sean poco inteligentes, pues Santo Tomás seguramente no quiere decir nada de eso.

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