SÍNTESIS DE KANT, Qué es Ilustración? (1784)
(Se estructura el texto kantiano en seis apartados
para organizar adecuadamente las ideas.)
1. Definición de Ilustración y causas de la minoría
de edad.
La ilustración consiste
en un proceso de salida de una condición mental y moral que Kant denomina como
minoría de edad. Mientras que la minoría de edad física de una persona no es
achacable a ella... y ya se le pasará, no ocurre lo mismo con la minoría de
edad en la que sigue estando buena parte de la humanidad por no usar su
inteligencia en la dirección de su vida.
Esa costumbre de no
pensar se basa en dos vicios de carácter, que son la pereza y la cobardía. La
virtud que recomienda Kant para salir de ese estado de postración mental y
poder arribar a la ilustración, consiste justo en lo contrario: en dejar de ser
perezoso y ponerse en marcha: atrévete a pensar.
Sapere aude: eso es lo
que nos demanda Kant y el lema de la Ilustración. Cuando uno mismo no se
encarga de emplear su razón propia para regir su vida, entonces, escribe Kant
con no poca ironía, están otros para dirigírsela “desinteresadamente”, para
asumir tan pesada carga. Esos son los que denomina los tutores.
Un tutor, para nuestro
filósofo, es alguien que posee ascendiente o autoridad sobre los demás,
con capacidad para guiarlos. Capaz de influir sobre su conciencia y sobre su
conducta. Puede ser un médico que vigila la salud y la dieta de sus pacientes.
Puede ser un sacerdote que cuida la salud espiritual y el alma de su rebaño.
2. Salida de la minoría de edad: libertad y razón.
Una situación tal, de
autoabandono, por parte de una humanidad que teniendo la capacidad no ejercita
su inteligencia, aunque grave no le parece irreversible a Kant. Puede ser
difícil salir, a causa de la costumbre y la comodidad de que otros hagan tu vida.
También pueden cometerse errores cuando uno se guía por su iniciativa. Igual
que los niños tropiezan cuando empiezan a andar… Pero se sale, con esfuerzo y
paciencia.
Ese estado social e
histórico (la minoría de edad que afecta a buena parte de la especie humana)
recuerda el caso de los ignorantes prisioneros de la caverna platónica, que
conocen las sombras nada más.
Pero hay dos diferencias.
En primer lugar, los destinatarios de la ilustración no se encuentran en una
situación tan desesperada como la los encadenados de la caverna, porque los
tutores (aquellos que son salvables) de Kant, a los que se encarga o
conmina para que emancipen a la humanidad de sus prejuicios y la encaminen a la
luz del saber, esos tutores se dirigen a un público de lectores, es decir a una
humanidad ya alfabetizada (no completamente ignorante).
En segundo lugar, a diferencia
de lo que ocurría con el filósofo gobernante de Platón, que debía aplicar su
teoría de las ideas plasmándola en la ciudad justa y utópica, los tutores
kantianos no tienen una función política en principio (aunque pueden servir de
hecho también a una mala política). Cumplen su misión emancipadora empleando su
libertad de expresión en aquellos campos en los que son expertos. No son sabios
generalistas a los que se pueda encargar la construcción de nueva planta de la
arquitectura de la ciudad entera. Son los tutores unos especialistas en sus
campos respectivos: la medicina, la religión, la hacienda, el ejército... Estos
son los ejemplos que menciona Kant en Qué es Ilustración?
3. Uso público y uso privado de la razón.
Los tutores (los que no
están enteramente viciados) han de poder expresarse libremente, haciendo uso
público de su razón. Sin la libertad del sabio no hay ilustración posible. No
hay difusión del espíritu de libertad. Kant considera que el poder político de
un monarca ilustrado (se dirige a Federico II, uno de los déspotas ilustrados
por antonomasia), pero que pide obediencia a sus súbditos, no ha de sufrir
menoscabo si permite esa libertad.
Al contrario, porque
puede ser muy beneficioso deshacerse de prejuicios que al cabo pueden
revolverse contra quienes los difunden y se aprovechan de ellos y de la
situación de entontecimiento (minoría de edad, falta de libre ejercicio
racional) en que mantienen a la sociedad. La libertad que defiende Kant no es
una libertad política absoluta que destrona al monarca, aunque sabemos que Kant
experimentó entusiasmo por los acontecimientos revolucionarios en Francia.
A la vez que defiende la
bondad y conveniencia del “uso público” de la razón (recordamos: el que alguien
experto -docto- en un determinado campo del saber puede desempeñar ante un
público lector), Kant señala que se debe restringir la razón en su “uso privado”.
Con esto Kant se refiere a los límites de expresión y de acción que se les
marcan a los funcionarios que tienen encomendado un puesto. Aquí no cabe
razonar sino obedecer cumpliendo con lo mandado. Lo mismo que no cabe la
libertad de expresión con los impuestos que hay que pagar a la hacienda.
Ahora bien, las mismas
personas que en el uso privado de su razón deben limitarse a obedecer, una vez
que ya no están cumpliendo con su función pueden exponer públicamente sus
críticas, en tanto que son expertos en el tema, con el de fin de mejorar la legislación.
Es decir, que esas
críticas son constructivas en la medida en que pretenden reformar para mejor un
orden establecido. No se trata de realizar una revolución política, sino de que
se obtenga una mejoría de la sociedad existente mediante la difusión social
general del mencionado espíritu de libertad y saber.
4. Ejemplos.
Oficiales del ejército, los
funcionarios de la hacienda, los sacerdotes son ejemplos de personas en quienes
queda clara la diferencia entre "uso privado" y limitado de la razón,
que es cuando están desempeñando su función y ni pueden ni deben actuar
libremente ni inducir a que los demás lo hagan, sino que deben garantizar que
se mantengan los órdenes militares, fiscales, religiosos, etc., y por otro lado
el "uso público de la razón".
Este corresponde a esas
mismas personas, en la medida en que son doctos -sabios, conocedores- en sus
materias. Quizá debemos estimar que Kant no está efectuando una defensa de una
libertad de opinión para todos los ciudadanos, sino que solamente pueden
exponer sus críticas y opiniones aquellos que tienen criterio y conocimientos.
5. Época ilustrada, época de ilustración y siglo de
Federico.
Aunque se le puede
agradecer al gran Federico el camino andado en el paso de las sombras y los
prejuicios hacia la luz y la instrucción, aún queda mucho por recorrer, estima
Kant. El reinado de Federico ha servido para que se haya pasado de la mera
tolerancia pasiva de las opiniones, como un laissez faire en el campo del
pensamiento, a una difusión activa del espíritu de libertad y del anhelo por
instruirse y progresar.
Como se está en proceso
de cambio y todavía falta mucho por conseguir, se puede decir que es una “época
de ilustración”, de ilustración en marcha, en proceso, pero sin que haya
llegada a la meta. A esa meta ideal Kant la denomina “época ilustrada”.
Corresponde a un estado de los asuntos de la humanidad en que esta al fin ha
conseguido llegar a estimarse racionalmente a sí misma, siendo consciente del
respeto que se merece, de su libertad y su valor; o sea, su intrínseca dignidad.
Generalizando estos logros, la comunidad humana habría llegado a ser una
sociedad cosmopolita y en paz, una república mundial, y un reino de los fines
en la tierra. Se habría dado respuesta a la tercera cuestión que se plantea la
filosofía kantiana, la que pregunta qué le cabe esperar al hombre en este mundo
y en el otro.
6. Conclusión:
la religión y el sentido de la libertad en Kant.
La religión representa un conjunto de creencias de todo tipo, así como de
conductas rituales, en donde es muy fácil que se deslicen prejuicios y
supersticiones. Por ello, ahí el examen racional es tanto más necesario, con el
fin de facilitar el paso a la ilustración, es decir la llegada a la mayoría de
edad moral e histórica.
En la religión y en la historia es donde, según Kant, el hombre obtiene
respuesta a sus esperanzas.
Kant es personalmente un
sincero creyente pietista que le deja a la religión el lugar que le
corresponde, sin invadir el terreno de las ciencias, pero aportando las
suposiciones fundamentales (que él denomina postulados) para la conducta moral.
Esos postulados de la "razón práctica" (moral) son la libertad, la
existencia de Dios y la creencia en la inmortalidad del alma. Pero aunque deja
su lugar a la religión, pretende que esta sea una religión conciliable con la
razón, dentro de sus límites, alejada de oscurantismos y sombras.
Por eso mismo, porque la religión afecta a la conciencia más íntima del ser
humano, conviene que la tolerancia y la libertad se den en el campo de la
predicación religiosa, y conviene que el sacerdote, una vez que sale del
estricto ámbito de sus ritos y su prédica en el púlpìto, pueda exponer (uso
público de su razón) lo que piensa al respecto de las creencias religiosas, con
entera libertad. Porque ¿cómo iba a luchar contra los prejuicios quien
personalmente no los desterrara de su propia conciencia?
(A nosotros nos puede
parecer algo lejano este insistir de Kant en la religión. Pero pensemos dos
cosas: primero, que en el siglo XVIII, los Estados europeos seguían siendo,
hasta la época revolucionaria, monarquías absolutas de derecho divino; en segundo
lugar, que en la actualidad hay países, cristianos, islámicos, etc. en los que
la religión juega un importante o hasta fundamental papel en la vida política.)
Kant considera que la
libertad espiritual (la libertad de pensamiento y expresión en el ámbito de la
religión) es básica para que luego se puedan desplegar las libertades en otros
terrenos, como en la política por ejemplo. Así, la libertad espiritual se habrá
extendido a la libertad civil, a la libertad de los ciudadanos. De ese modo,
los súbditos de una monarquía absoluta pueden convertirse en los ciudadanos de
una república de seres libres. (Por prudencia o por convencimiento personal, Kant
señala sin embargo que un grado mayor de libertad iría junto con unos límites
más marcados. Paradójicamente, podemos decir que a mayor libertad, menos
libertad.)
De cualquier modo, la libertad en el grado que Kant recomienda al monarca es
suficiente en sí misma para ir abriendo un campo cada vez mayor. Como una
semilla o germen que puede ir desarrollándose en la humanidad, que es capaz de
progresar a pesar de -o gracias a- que se mueve entre la sociabilidad y la
insociabilidad, que son las dos tendencias antagónicas de la libertad.