08 junio 2013

HISTORIA DE LA FILOSOFIA, MITO DE LA CAVERNA

2b. 
En el mito de la caverna, Platón, a través del personaje de Sócrates, nos ofrece una síntesis inigualable de su filosofía, a la vez que una de las alegorías más poderosas de la historia del pensamiento filosófico. En el interior de una cueva profunda que tiene su entrada abierta a la luz, unos seres humanos se encuentran prisioneros desde niños. Detrás de ellos se encuentra un fuego, y entre el fuego y los prisioneros van pasando gentes que llevan figuras de diverso género, y que a veces hablan.
Platón nos pide que pensemos en un teatro de títeres para ponernos en la situación. Los prisioneros, atados de pies y manos, obligados a mirar a la pared o pantalla del fondo de la cueva, no han visto en toda su vida más que las sombras de los objetos portados por las gentes que pasan por detrás de ellos, ni tampoco han escuchado otra cosa que los ecos de lo que esas mismas gentes van hablando. Es evidente que si se le preguntara a los prisioneros estos dirían que la realidad verdadera consiste en las sombras que ven y en los ecos de las voces que escuchan. De hecho, no podrían ni pensar en que otra forma de realidad es posible. La costumbre les ha atado profundamente a sus visiones y escuchas defectuosas.
Platón (su personaje Sócrates) nos pide ahora que imaginemos el caso de una liberación forzada de uno de los prisioneros, y que imaginemos lo que a tal prisionero le ocurriría. El prisionero liberado del estado de ignorancia (pero sabemos que para Sócrates y para Platón la ignorancia también equivale a maldad e injusticia) experimentaría todo tipo de dificultades para adaptarse a su nueva situación, y desde luego no emprendería el camino de salida hacia fuera de la caverna de buena gana.
El camino de salida es difícil y escarpado, los ojos le dolerían, y en su alma habitaría la contradicción entre las sombras a las que estaba acostumbrado y los objetos más reales que ahora puede ver. Lo mismo que puede ver el fuego, y considerar que era este el que proyectaba las sombras que él tenía, a lo largo de toda su vida, como las cosas más reales.
"Dialéctica" es el nombre que da Platón, como hemos de ver, a este proceso de liberación de la ignorancia y de la injusticia, hasta que el alma logre alcanzar un mundo más verdadero y más justo. Podemos pensar que el alma está encerrada en una caverna-prisión y que para purificarse y alcanzar su perfección debe liberarse del cuerpo y de los sentidos. El camino dialéctico es un camino progresivo, de visión de realidades cada vez más perfectas. Es una marcha que va ascendiendo por diversos niveles de conocimiento y realidad. (Platón los concreta y nombra el símil de la línea.)
Al salir desde el interior de la caverna hacia el mundo de fuera, las dificultades del prisionero para adaptarse se incrementan. Deberá mirar el mundo por la noche y por mediación de la luna, antes de atreverse a mirar las cosas directamente y, por último, a la luz misma del sol. Al principio de su salida al mundo deberá conformarse quizás con reflejos y sombras, pero estos no son ya los mismos con los que se tenía que conformar cuando estaba atado de pies y manos en el interior de la caverna. La visión de ahora es una visión intelectual, matemática y filosófica.
Lo que que Platón quiere señalar es que lo mismo que existen niveles o grados en el mundos de los sentidos y la opinión, y que no es lo mismo ver las sombras de los cuerpos que a esos mismos cuerpos, también existen grados o niveles en el conocimiento (ahora ya no hay opiniones sino saber intelectual) de la verdadera realidad, que Platón hace consistir en un mundo ideal (inteligible, puesto que es descubierto aunque no creado o inventado por la inteligencia). El pensamiento matemático culmina en el pensamiento filosófico, que descubre que todas las Ideas dependen en última instancia de la Idea del Bien.
El prisionero se ha convertido en filósofo, y puede gozar ahora de la verdad, la belleza y la justicia en su propia alma. Así podría vivir feliz. Sin embargo, Platón le hace volver al interior de la caverna a fin de que enseñe a los demás el nuevo mundo que ha descubierto, y así convencerles de que lo que tenían los prisioneros por verdadero y justo estaba por completo equivocado. Así como para convencerles de que su ciencia basada en los sentidos (que para Platón no es tal ciencia sino opinión) no posee ningún valor.
Cuando Platón sostiene que los prisioneros llegarían a matar al filósofo si pudieran, tenemos que pensar en que está recordando la existencia real de su maestro Sócrates, muerto por sus conciudadanos aunque fuera el hombre más sabio y justo de los hombres. Platón pensaba, con cierto desencanto, que solamente una especie de milagro podría regenerar el Estado y volverlo justo: si los políticos se convirtieran en filósofos, o si se llevara a los filósofos a la política.
El peligro de muerte que acecha al prisionero retornado entre sus antiguos congéneres significa que no se trata de una tarea nada fácil, pues el ver sombras y vivir mal parece formar parte de la naturaleza de los seres humanos. Lo cual no se soluciona si a los seres humanos se les educa incorrectamente (es lo que Platón sostiene que hacían los sofistas), enseñándoles apariencias (las sombras) y un bien aparente (la lumbre del interior).
Si embargo es posible salir de ahí, el alma puede recordar las ideas con las que ha habitado en otro mundo antes de encarnarse en un cuerpo. Basta con convertir o cambiar la mirada. Platón nos quiere contar, quizás, el sentido de la vocación de Sócrates: alumbrar la verdad entre sus conciudadanos, que la tiene potencialmente, pero que víctimas de la costumbre y de los malos maestros y políticos, demagogos unos y otros, no la saben ver.

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