Si tuviéramos escrito un Decálogo y lo siguiéramos, sería muy fácil. Sabríamos qué es lo que tenemos que hacer y lo que no. Sabríamos, además, que el hombre fue creado a imagen y semejanza de... el Creador. Por lo que el ser humano dominaría a todos los demás seres, excepto a Dios, al que adoraría. (También se puede pensar que el Creador fue el creado por sus criaturas, o sea, que los hombres proyectan su Dios.)
Si no poseemos un sistema moral absoluto, un conjunto de reglas que nos digan el bien y el mal de forma precisa, y la posición relativa en él (en ese sistema), en cuanto a derechos, de los distintos seres, el problema aparece.
De forma que tendremos que valorarnos nosotros mismos, la especie humana, por encima de cualquier otra especie. Es lo que hizo Kant, observando que el ser humano es un ser dotado de razón y de dignidad. Esto significa, ni más ni menos, que está dotado de libertad y autonomía para proyectar su propio mundo más o menos perfecto. Otra cosa es que lo haga, pero la obligación la tiene, aunque sea como un ideal lejano, utópico.
Esto significa, además, que es capaz de proyectar sus acciones,
universalizarlas: de manera que puede juzgar si valdrían como leyes éticas para todos los seres que son semejantes a él (es decir, dotados como él lo está de razón y de la dignidad consiguiente). Así decía más o menos la Regla de Oro de la moral:
no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti, trata a los demás como quieres que te traten a ti. En definitiva, que el ser humano, con su conciencia, reflexión, capacidad de planificar y proyectar y todo eso, se pone como un límite de su conducta el valor que le asigna a otros seres similares a él (porque todos comparten, compartimos, el mismo valor: nuestra inteligencia y nuestra dignidad como sujetos libres). Esto sostiene, más o menos, Kant, el mayor filósofo ético de la época moderna (según piensan muchos).
Está claro, que los animales pertenecen a otra región de la vida, según la visión de este filósofo: puesto que no sabemos que estén dotados de inteligencia, y por ello no los tratamos igual, no los respetamos incondicionalmente.
¿Quiere decir esto que el maltrato animal estaría justificado? No vamos a pensar que Kant esté defendiendo esto. Puesto que si alguien se porta sádicamente con los animales estaría perjudicando... a sí mismo. Sería más animal que ellos, podemos decir, y seguro que acertamos.
Pero sí parece, siguiendo a Kant, que los seres humanos pueden servirse de los demás seres vivos (y de los animales) como medios para sus propios objetivos (de los seres humanos). En el trabajo, por ejemplo. También, es verdad, nos servimos de las personas en el trabajo, pero eso no significa que podamos esclavizarlas. Aunque se ha hecho: a costa de (querer) convertir a las personas en animales, naturalmente. Podemos ser empleados y emplear a las personas para un trabajo, pero queremos tratar y que nos traten bien, que nos paguen y respeten nuestros derechos, afortunadamente.
Pues bien, ni el más extremo amante de los animales, le leerá a sus mascotas una Carta de sus Derechos, por mucho que las quiera y las comprenda, y puede quererlas muchos y hasta compartir su sufrimiento. Porque
también son de la familia... pero no. ¿Qué decir de las moscas, de los insectos en general? Aparentemente sólo están ahí para perjudicarnos. ¿Conocemos ese anuncio de la acompañante de un conductor que va contando los insectos muertos en el cristal del parabrisas por km. recorrido? Pensamos que nadie puede tomarse una cosa así en serio. Diferente sería si se tratara de linces ibéricos.
En resumen, que parece que somos los seres humanos los que organizamos la creación, la naturaleza, los ecosistemas o como se llamen, que ponemos a cada ser en su sitio y le damos un valor relativo en esa escala.
Siguen existiendo conflictos: toros sí o toros no, por ejemplo. Yo tengo una opinión más o menos clara. No le veo la gracia a un espectáculo que utiliza como medios el sufrimiento de un animal, muerte incluida. Tampoco se me ocurriría pensar que un toro, o un perro, es como una persona. Pero mucho menos se me ocurriría soltar eso de que el toro vive magníficamente... hasta que cumple su cometido en la plaza, y que, si no, los toros bravos se extinguirían. ¿Y qué? ¿Eso qué prueba? ¿Está justificado mantener un mal como medio para obtener un supuesto bien? ¿El fin justifica los medios?